jueves, 8 de abril de 2010

Momentos Inesperados

Un cumpleaños cualquiera se acercaba; él miraba el horizonte mientras esperaba aquel mensaje de texto que nunca llegaría. Desde el momento de aquella contrariedad, cuando se dio cuenta por un instante que llorar no era para idiotas, pero sólo en el momento de su desahogo, cuando seguro esperaba renacer, pensaba tal vez de forma acertada que desarrollaba su personalidad; aunque esta no fuese más que un rompecabezas mal armado de todo aquello que en un pasado había observado, y le hubiese gustado para sí. Solitario por supuesto, ya que conservar amistades es un trabajo arduo, y de los muchos libros contables que había leído, ninguno le mostraba la fórmula para poder obtener el capital neto de una amistad duradera. Aunque su inteligencia matemática había desarrollado algo parecido, para tener menos cosas de las cuales quejarse, era el momento de aplicar esa fórmula; así pensase constantemente que el fuese su único medio de diversión.
Muchos lo tildaban de esquizofrénico, aunque su cuadro psicológico no fuese nada parecido. Distraído por el momento de su ocio, tomaba vodka para aumentar su libido. Tres botellas justamente fueron las que su sangre aceptó como valentía adquirida, herramienta primordial en la formula de la amistad. Una lagrima por su mejilla corrió mientras recordaba momentos de su pasado, que seguramente nunca fue el más tortuoso, pero su experiencia le decía que sólo a él esas cosas le sucedían. Observaba aquella agenda, el número de aquella cliente de la cual llevaba años enamorado sin cruzar una palabra, por su esfuerzo de tener relaciones estrictamente profesionales, mientras su olor recordaba como el más exquisito de todos. Así que mientras más se decía que sería una estupidez, deseaba con más fuerzas apretar el botón de llamar, pero, ¿Qué diría? Siempre había sido tan estúpido al hablarle a una hermosa dama que seguramente guardaría silencio, pero ya su mente estaba lo suficientemente sumergida en el vacio etílico como para sentir inhibición. Pensando de forma razonable, que una buena función para los celulares actuales con miles de funciones innecesarias, una a la que él le daría buen uso es aquella que no permitiera hacer estupideces a los borrachos; los celulares y el alcohol son una mala combinación.
---Buenas Noches Licenciado, ¿En qué le puedo ayudar?--- expreso la voz que seguramente era de su tormento, por un momento pensó que ella también estaba a punto de llamarlo y entonces por eso supo quien era sin preguntarle, pero también recordó una de las funciones de los celulares, el identificador de llamadas.
---Buenas, en realidad se que llamo tarde, es cierto, pero sinceramente si no lo hago en este momento nunca lo hare. ¿No te molesta, cierto?--- fueron la palabras que salieron de su boca evitando ser imprudente, ella respondió que no le molestaba.
---¿Quiero invitarte a salir?, ¿Qué me dices?--- de repente escucho en la bocina de su teléfono un tono agudo y continuo, ella había cortado la llamada.
Una lágrima de forma inmediata corrió por su mejilla, había guardado muchas esperanzas en aquel pensamiento convertido en ese su presente, esa que seria una red de mentiras convertidas en verdad por su soledad. Así que lloró, más que un rechazo sentía temor a no poder sumergirse en sus propios sueños alquilados.
Así que sin dudarlo destapo otra botella, bien sabia que bebía con su mejor amigo, aunque nadie lo acompañase. Cuando abrió sus ojos se encontraba tirado en aquella acera, con su cuerpo adolorido, con su boca con sabor a sangre y sin un centavo en el bolsillo; aunque en realidad se encontraba tan sumergido en su depresión, que las actividades de los humanos insensatos le parecían irrelevantes. Así que sin más a donde ir se dirigió a su hogar, pidió la copia de seguridad de su llave al conserje y entró a su apartamento, en el cual al entrar recordó que había llegado el día de su cumpleaños. En un pasado lejano, cuando su reloj biológico marcaba los veinte, se había jurado que nunca permitiría verse morir anciano, que viviría su vida de forma intensa y cuando hubiesen pasado treinta y cinco cumpleaños mas, acabaría con su vida, porque estaba seguro que ya tendría muchísimos recuerdos para la eternidad de aquel húmedo ataúd.
Pero los años fueron pasando, y su único recuerdo apasionado fue el día que probó la comida mexicana, así trataba de investigar si era propicia su despedida. Así que empezó a realizarse preguntas, unas que solamente él podía saber las respuestas, quería saber si iba a ser recordado en su ausencia. Pero lo único que paso por su mente fue vacio, inconformismo de pensamientos y momentos llenos de cobardía absurda, decisiones tomadas en los momentos justos que dieron el impulso a aquellos que pronto lo habían olvidado, había sido un instrumento desechado, una espátula usada para remover defectos personales, que había llegado al final de su vida útil. Así que llamo a los que tal vez le importaría su muerte, aquellos que tenia años que no llamaba, no por desinterés, sólo pensó en que sería energía desechada. Se enteró que todos y cada uno había crecido, sin haberse entregado al sistema de cosas materiales humana, y se entraban a su tercera edad de forma exitosa, podía percibir claramente que esperarían su muerte natural seguramente junto a la que ellos habían tildado de alma gemela, con una sonrisa en sus labios por haber tomado decisiones correctas. Pero bien sabía que ese no sería su caso.
Pensó que era demasiado tarde para recomenzar, había perdido una vida, vendido un alma por un vale que nunca le seria vuelto efectivo, la única esperanza que guardaba en el mundo, el numero de aquella dama que bien sabia también, se encontraba solitaria igual que él, había sido utilizado de manera estúpida. Aunque podía con todo el dinero que había reunido y nunca gastado innecesariamente, convertirse en un tipo de Huf Herner mediocre, prefería y bien sabia, que eso para él, seria retroceder lo poco que había avanzado; prefería morir siendo un ser invisible e irrecordable, a convertirse en un anciano vacio, invisible e irrecordable, con el cual sólo podían tener sexo por compasión, ese no sería su estilo. Así que como había acostumbrado desde hace unos veinticinco cumpleaños anteriores, pidió su pastel de cumpleaños a esa misma pastelería a la cual se había hecho devoto, al llegar su pedido, encendió su reproductor con su canción de cumpleaños favorita, encendió su única vela, y al terminar la pista la apagó sin pedir un deseo, ya que seguro se encontraba que no había deseo que no fuera a cumplir con su último acto. No diré la manera en la que acabo con su vida, sólo que mientras aspiraba su última porción de aire, su amada en silencio devolvía su llamada, pidiendo disculpas, diciéndole que por años había esperado su llamada, diciéndole que estaba en cierto sentido a convertirse en su razón para soñar sin sentido.

lunes, 22 de febrero de 2010

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El Precio de la Libertad.

“No disimules tu sonrisa hipócrita, vieja idiota, bien sabes que no vales tu peso en mierda.” Pensaba aquella joven de unos veinticinco años al observar a su tía tratando de aconsejarle. Su consejo, aunque lleno de buenas intenciones no era más que la destrucción de su vida si decidiera tomarlo, por lo menos como la conocía: debes casarte con un hombre que tenga un buen apellido, o al menos unos muchos billetes más que tú en su cuenta bancaria, ya que tú debes ser incapaz de ser autosuficiente, debes mostrar debilidad ante todo, “¡así debe ser!”, dedicarte a tus hijos que en un futuro nunca agradecerán que echaras tu vida por la peseta y toda esa basura que estoy seguro pueden imaginarse; ella bien sabia que debía respetar las decisiones ajenas, sobre todo si esas los hacían felices, pero para ella eran aplicables normas morales de otras índoles. No deseaba ninguna de esas patrañas para justificar su vida, había encontrado otras maneras de hacerlo, tuvo que hacerlo el día que luego de recibir su diploma de secundaria, decidió irse lejos de casa de sus padres con ansias de libertad, cuando en verdad y sin saberlo, se encerraba en sus propias limitantes superficiales.

Quería ser distinta, debía serlo para poder alimentar a su espíritu rebelde, aunque sudaba sangre para obtener su estatus, no permitiría que nadie sintiese lastima por ella; esa fue su decisión, ese fue el precio de su libertad, lo que costo cumplir sus sueños, desviados de su cauce el mismo día que puso un pie fuera de su hogar natal. En un pasado cercano su demonio había sido aflorado, había descubierto el placer que le propiciaba mentir sin sentido, estaba experimentando nuevos mundos prohibidos para establecer relaciones sociales con “personas normales”, había experimentado nuevas sensaciones, nuevas formas de sentir su placer, nuevas formas de volver emocionante el sexo.

Días copias por la rutina, el poder aun no la agobiaba, era imposible que lo pudiera hacer ya que los grandes líderes deben ser humildes; ella era humilde en su liderazgo. Al llegar a su apartamento, ese ubicado en una zona lujosa de la ciudad, con vista panorámica que simulaba un pesebre, la hacía recordar lo pequeña que era con respecto al universo. Pero su demonio debía alimentar, el único placer que podía sentir era dejarlo libre, era lo único que amaba más que el swinger; simplemente se dedicó a maquinar. Así al escuchar a su tía darle consejos inútiles, en su cara se dibujo sin ningún tapujo una sonrisa llena de malicia, una que mostraba claramente su opinión por los temas hablados, una que mostraba lo estúpida que había sido su tía al decidir dejar de vivir, aún cuando no tuviese nada que la atara.

Para sus planes lo primero que debía hacer era buscarse un novio de juguete, debía ser idiota, tipo pinta, que no pudiese pensar por sí solo, que dejase a su blackberry hacerlo por él. Fue cuestión de tiempo hasta que el día propicio llegó, el próximo paso debía ejecutarse. Observó cuan diferente era de sus amistades, claramente en un estado de cuenta sale reflejado, para poder obtener así una idea de que debe establecerse como meta. Camino aquel pasillo, donde olía a sexo mezquino, en aquel lugar secreto con una copa de ron añejo con coca cola, al punto exacto que le gustaba, con la única finalidad de cumplir con los rituales de coito compartido. Mientras su mente dejaba volar gracias a la claridad de pensamientos de un orgasmo alimentado por el amor a sí misma, percibió que la manipulación es un arte sencillo.

Ese era su mundo secreto, personal e intransferible, era claro que nadie podía robarle aquello que le propiciaba libertad. Llegaba al departamento en el centro de la ciudad. Era noche de salir, conocer la ciudad, ir a un sitio donde piensan ir a conocer gente nueva, pero en realidad aspiran callar sus pocos pensamientos inteligentes con los altos decibeles de la música repetitiva y carente de sentido; aunque ella no era amante de las salidas tradicionales, debía hacerlo, era parte de su ritual de manipulación. Llamó a un par de amigas, vacías de pensamientos, sin personalidad propia, con frases y expresiones siempre vistas en un programa de televisión cualquiera; su vida se basaba en ser el centro de atención, siempre sin importar que debían arriesgar.

Así llegaron al sitio de moda de la ciudad, se sabe que es de moda porque la gente debe esperar en una fila para entrar, esperando que un portero evalué su vestimenta para decidir si es acto para estar allí; debía ir a uno de esos sitios donde todos se miran de los pies a la cabeza comparado cosas idiotas, en su mayoría con un nombre escrito en otro idioma distinto al nativo, para al otro día al despertar en una recámara desconocida, decir simplemente que no estaba en su cávales, que borracho no vale, cuando bien se sabe que no es más que una simple excusa de lo que se desea hacer. Eso la hacía diferente, el darse cuenta de todo aquello por lo que los demás se dejaban manipular, algo tan grande que estaba frente a sus narices pero que se negaban a verlo sólo cerrando sus ojos; ella no estaba dispuesta a mostrar lo observable, años atrás intento hacerlo y luego de tres meses, utilizando el único medio propicio, la manipulación, logro que le dieran de alta en aquel hospital psiquiátrico.

Entraron a aquel sitio sin esperar, siempre el sexo tiene entrada prioritaria y sus cuerpos vestidos de la forma que se encontraban era lo primero que inspiraban. Llegaron a la barra que se encontraba al fondo del local, como de costumbre ordenaron un trago especialmente preparado, lo tomaron rápidamente para buscar un compañero de sexo casual, mientras la protagonista de la historia observó su alrededor, leía gestos como tanto le gustaba, estudiaba a los idiotas que se encontraban aglomerados, prefería no beber, el placer que le causaba mentir era una droga lo suficientemente fuerte como para desinhibir normas sociales.

Para divertirse no tuvo más opción que dejar volar su imaginación, así se acerco a aquella chica, el centro de atención de aquel local, y compartiendo un poco de aquel mundo secreto que tanto amaba, empezó a bailar con ella, luego se besaron y así siguieron cumpliendo los rituales del apareamiento lésbico, ella bien los conocía. Así despertó en la cama de aquel motel con una sonrisa mal disimulada, observando a su lado el objeto que había adquirido a un bajo precio. Dejó allí su número de teléfono, un poco de dinero para el taxi, y salió de allí con la idea clara que aquella dama se comunicaría con ella.

Una semana más tarde, con los planes para su magnicidio perfectamente planificados, invitó a todos sus amigos y su novio pinta al local de costumbre, mientras tomaban apareció la chica del motel, y lo suficientemente manipulada los asesino uno a uno, de la forma que le habían especificado, con sólo una hojilla de afeitar como instrumento, saliendo de allí sin ser observada. En la puerta del local se encontraba su titiritero, quien no disimulaba su sonrisa ---termina el trabajo que te fue encomendado imbécil, si quieres ser útil para algo por lo menos una vez en tu vida--- así esa chica que hace una semana era el centro de atención del local, corto su yugular para complacer a aquella mujer, la protagonista de esta historia, quien la vio morir desangrada sin remordimiento. Al morir corto un poco del cabello de aquel instrumento, como las llamaba, y junto a un número clave lo guardó en aquel algún de fotografías, ese era su fetiche. Era el momento de empezar de nuevo, comenzar con aquel juego macabro que en su mente era lo único que la hacía sentir placer, aquel que la hacía sentir que limpiaba el mundo de todo aquello que odiaba de él.

Esperanza, Opio de un Perdedor.

Caminaba solitaria, como lo hacía muchos años atrás, en aquella época en la que hacía a su estrógeno pensar por ella, con la diferencia que esta vez dejaba que fuese su blackberry quien lo hiciera. Una promesa hecha a ella misma estaba a punto de romper, había esperado de forma cautelosa que ese veneno llamado soberbia se disolviera en su sangre; lo único que podía llamarse real en su cuerpo.

Era exitosa, bien lo sabia sin importar que los medios de su orgullo fuesen poco convencionales; al final de cuentas pensaba razonablemente, “sólo será un cliente más”. Siempre el amor estaba fuera de contexto, el pago debía ser por adelantado, existía un límite concreto “dime cuanto estas dispuesto a pagar, para poder decirte cuanto estoy dispuesta a darte.”; bien sabia que más que alquilar su cuerpo, alquilaba sueños ficticios, cumplía fantasías de inocencia comprobable, la única forma en la que sus clientes podían recordar, así fuese a través de un orgasmo vacio, la única razón por la que no habían tomado una pistola y se habían volado los sesos; cobraba por fingir que sus clientes no eran más que unos elementos consumidos por el sistema. Aunque sin darse cuenta ella se había convertido en una dependiente de aquel mundo al que odiaba, aunque alquilaba sueños, ella tomaba prestada vidas, aunque ella alquilaba su cuerpo, ella robaba sensaciones que bien sabia debía prohibirse a sentir, aunque cumplía fantasías, imaginaba con todas las fuerzas de su alma que era a su prototipo imaginario de amor, a quien se las cumplía; claro estaba, era una mujer insegura moldeada con más agua que cemento, con capacidades desarrolladas para la actuación que hacían que se confundieran sus nexos mentales, con incapacidad para pensar por sí sola ya que había aprendido a vivir siendo arrastrada por la corriente, y se engañaba cada mañana y cada noche antes de dormir que era excesivamente feliz con eso, que era feliz en su mundo solitario.

Todas las noches antes de dormir, en aquel apartamento que compartía con dos amigas para acortar los gastos, rezaba pidiendo ayuda al altísimo, pero de qué sirve rezar y si era ella misma quien se hundía en su miseria, si era ella misma quien dejaba atormentarse seguidamente por los mensajes subliminares que rodean nuestra sociedad, si no era capaz de darse cuenta que era ella la que decidía lo que sentía, y que por mucho que cueste aceptarlo es el mismo humano quien decide cada uno de los aspectos de su vida. Su cama solitaria, con olor a suavizante era su trono, esa cama que se encontraba en aquel apartamento donde nunca había tenido la valentía de contarles a sus amigas cual era el medio de su sustento, al contrario, había entrañado una red de mentiras indescifrables, cosa que pudo evitar siendo sincera, al final de cuentas las únicas amistades que valen la pena son aquellas que aceptan a sus iguales por lo que son, no por lo que podrían ser; entonces debía mantener aquel mundo ficticio por su cobardía a la soledad, de la cual ya estaba enferma.

En un principio cuando se vio obligada a alquilar sueños, sería algo provisional, en simples aspectos algo que al pasar dos o tres clientes más tendría para pagar la mensualidad de su universidad y sus gastos módicos, mientras conseguía un trabajo aceptado moralmente, uno menos incomodo. Pero se dio cuenta que mientras entraba y salía un cliente distinto de su sitio de trabajo, que generalmente alguna habitación de un motel antes pautado, se hacía menos incomodo, de hecho, el dinero ganado le generaba placer momentáneo, uno que podía hacerlo habito. Bien sabía que no corría grandes riesgos si mantenía la higiene correcta, así ningún virus extraño podía alojarse en su sangre, y si le pagaba la comisión a la “agencia de modelos” que conseguía los clientes, ningún imbécil se propasaría; era un intercambio seguro con normas bien prescritas que lo hacia una profesión en su caso y sólo en su caso, estable.

Pero a medida que se convertía en un hábito, la universidad se convirtió en innecesaria, aunque bien sabía que vivía de su cuerpo y que con el pasar del tiempo envejecería convirtiéndose en una mercancía rancia, si ahorraba lo suficiente cuando ya nadie quisiese el intercambio podía montarse un negocio de cualquier cosa, buscarse un esposo con un sueldo estable y vivir de aquello que aparentaría ser amor; pero ese no fue su caso. La soledad día a día se incrustaba mas en sus poros, al punto de respirar por ella, y tomar lo poco que quedaba de su alma para convertirla en un ser manipulable. Paso de ser una mujer con aspiraciones y grandes sueños a una persona más del montón, con la rutina siendo su escudo de guerra, uno que no deseaba tener. Perdió todas sus “amistades ficticias” al pasar unos meses, hasta sus compañeras de apartamento, quienes decían ser sus más fieles amigas, la dejaron morir en su propio chiquero, sabiendo bien que sólo con una mano amiga hubiese podido salir del hueco en el que se encontraba; estaba lo suficientemente débil para poder levantarse. Lo único que la mantenía viva eran los sábados por la noche, cuando se vestía de la forma más sexi posible e iba a una discoteca de un cliente que le había dado entrada libre, era una de las clientes preferidas, así bailaba sin detenerse toda la noche, bebía para olvidar todo aquello que su mente no dejaba escuchar y despertar en una cama extraña, para tener sexo extraño que en este caso era distinto, porque era ella quien utilizaba a cualquier iluso que se atravesara en su camino.

Pero aquel sábado fue distinto. Ella era el centro de atención del local, como ya era costumbre todas las semanas, buscaría a quien utilizar para desahogarse y así darse energía siete días más; no sabía que, estaba siendo observada para ser ella la manipulada. Desde la barra la observaban fijamente, con una sonrisa dibujada maliciosamente en sus labios que para sorpresa de ella le causaba excitación, se podía ver claramente que aquel ser estaba leyendo cada uno de sus gestos. Luego de unos quince minutos de juegos visuales se acerca, era una mujer que para su vista era hermosa, una que le hacía sentir cosas impensables para ella; nunca se imagino que una mujer pudiese causarle excitación, su experiencia lésbica más cercana había sido, una vez maquinando, cuando se vio teniendo relaciones con una amiga que ella bien conocía.

Pues el único esfuerzo que tuvo que hacer aquella noche fue dejarse llevar, su acompañante de sexo casual era experimentada en aquellas artes, nunca en su vida se había sentido tan llena de placer, tan llena de alegría, estaba dispuesta por primera vez en su vida, a gritar a los cuatro vientos sus creencias, medios de sustentos, y todo lo que fuese una atadura de su libertad, sin importar que pensaran los demás, al final de cuentas, nadie valía la pena más que ella, al final de cuentas estaba enamorada, estaba segura y tal vez lo era, amor a primera vista. Despertó de nuevo en una cama solitaria, pero esta vez no era la suya, aunque era una conocida; era la cama de uno de los moteles en los que solía trabajar. Pero la cama tenía un olor característico, uno que nunca olvidaría porque allí conoció al amor de su vida. Solitaria de nuevo, aquella mujer se había ido antes de que ella se despertara, entonces sintió temor y una gran decepción, pensó que aquello que creyó amor fue un capricho y una mala jugada del destino; reventó en llanto silencioso. Lavo su cuerpo hasta que el pequeño jabón se desvaneció, se vistió, y respiró profundamente, era el momento de continuar y olvidar lo sucedido, no era ni la primera ni la última persona del mundo que se enamoraba sola. Pero ya casi al salir observó un papel con una nota y un poco de dinero sobre una mesa de noche de aquella habitación: “Disculpa, tuve que irme, cuestiones que siempre salen de mi manos y de las tuyas, lamentablemente somos simples humanos. No puedo negarte que lo de anoche fue inolvidable, siempre he sabido que estas destinada a grandes cosas, al final de cuentas está escrito, te has desviado del camino, pero aun puedes hacer lo correcto por este mundo materialista, ese que estoy segura odias sin saberlo, aunque entre nosotras exista el amor, créeme, estará fuera de contexto, puedo explicártelo mejor, llámame, se que confías en mis palabras, porque yo confié en tu espíritu. Mi numero es ……………, el dinero es algo para el taxi, no podía dejarte sin saber si tenias dinero para llegar a tu casa. Firmaría con mi nombre, pero ya le lo dije, estaría fuera de contexto. Y sólo para tu información, lo que sentiste si fue amor, se que tenias la duda.” Palabras oscuras y puestas de forma concreta para abrir interrogantes nunca hechas a su alma.

¿Qué sabia aquella mujer? Decía que era ella alguien especial desviada de su cauce, pero nunca la había visto, decía leer su espíritu, pero este nunca había vuelto a hablar desde que lo ahogo en su soledad destructiva. Leyó y releyó esa pequeña nota, la memorizó, pero no estaba segura de llamar, era demasiado misteriosa; pero de tanto leerla estaba ya segura que estaba predestinada a cambiar el mundo. Resistió tres días, las incógnitas de aquella noche no podían dejarla en paz, fue como si tres palabras la hubiesen hipnotizado. Las primeras palabras que obtuvo de aquella llamada fueron: ---sabía que llamarías, nunca la intuición se equivoca, ha llegado el momento de que hagas algo productivo con tus manos, algo que sólo tú puedes hacer, porque yo soy un medio para que cumplas tu destino---, pautaron un sitio para encontrarse.

Entonces allí se encontraba, era la mujer de la noche del bar, la cual no separaba la vista de la suya, la cual decía saber quién era ella; aquella que hablaba con tal seguridad que le creyó sin dudarlo desde el primer momento, sin importar que nunca borrara esa sonrisa de su cara, sus palabras eran demasiado precisas. Entonces empezó a mostrarle pruebas de lo que decía, y una vez prácticamente convencida, le dijo que debía acompañarla a un sitio secreto, un local abandonado a las afueras de la ciudad para que preparara su alma para el momento preciso. Le habló de meditación y que el mundo debía ser purificado, que ella debía ser una de esos elementos liberadores, pero que estaba tan contaminada que ella también debía ser depurada, y que eso solo ella misma era capaz de hacerlo.

Unos días después luego de su meditación, de convencerse a sí misma de creerse todo lo que no era, apareció en aquel bar, y siendo una de las clientes preferidas no revisaron su cuerpo para ver si portaba algo objeto pulso cortante; llevaba su acometido bien definido, uno a uno de los señalados por aquella mujer iban cayendo sin que ninguno se diese cuenta por lo decibeles musicales, una hojilla fue el instrumento de toda aquella sangre derramada, aquella sangre seleccionada por su agresor por algún motivo aparente. Luego salió sin causar dudas, pensando haber limpiado su alma, pero aquella mujer le dijo: ---termina el trabajo que te fue encomendado imbécil, si quieres ser útil para algo por lo menos una vez en tu vida--- con esa sonrisa siempre mal disimulada en su rostro. Así que cayó al piso mientras la sangre por su yugular se derramaba a cantaros, sin haber una lagrima, sin haber una gota de misericordia. Aquella mujer corto un trozo de su cabello y lo guardo, ese fue el trofeo de sus mentiras tan bien maquinadas.