miércoles, 27 de julio de 2016

Una guerra imposible de ganar

Nunca imaginó que al verlo encerrado en aquel ataúd, que al verlo bajar en aquel féretro hasta el pequeño terreno que había sido apartado para su descanso eterno, podría sentir que su alma se destrozaba; se desgarraba una parte importante, un pequeño punto de su existencia. Nunca imagino que aquel pequeño ser, indefenso, de tan solo un año y medio de existencia, lograría entrar en su corazón, seguramente de concreto, y allí poder crear así fuese en su corta existencia un pequeño espacio para el amor incondicional que es motivado por la fragilidad que se propicia en quien se ama.

Un tiempo atrás, ella lo encontró desprotegido junto al cadáver de su madre biológica, murió durante el parto. Estuvo todo su embarazo en las calles, sin los cuidados adecuados, sin tomar las vitaminas respectivas; rechazada por la sociedad. Por donde ella caminaba, siempre era pateada, escupida, humillada por todas las personas, o por lo menos las más crueles sin poder defenderse. No tenía medios para hacerlo, su vida se encontraba marcada desde su nacimiento en una sociedad abierta, en donde muchos están destinados a la crueldad para toda su vida. Luchó incansablemente, tomando agua de los charcos de las calles, comiendo de la basura, esperando que alguien le regalara un poco de las sobras de no le gustaran de su comida; realmente no tenía medios para defenderse. Embarazada de trillizos, madre soltera, sin familia, sin amigos, sin ningún tipo de apoyo de nadie en el mundo; decidió que así lucharía con sus pequeños hasta el final de su existencia. Pero algo salió mal, llegaron los dolores, no podía salir del sitio en el que se encontraba, tuvo que empezar allí mismo sus labores de parto; así hubiese podido salir del sitio donde estaba, ningún hospital le hubiese recibido.

Por más que gritó nadie le escucho, por más que deseaba poder por lo menos a sus pequeños ver con vida una vez antes de su muerte, no pudo hacer más que seguir con lo que su cuerpo de forma biológica y sin excepción le exigió hacer; tuvo que pujar, hacerlo con todas sus fuerzas. No fue sencillo, porque ya se había dado cuenta que ese sería su último día de existencia. Respiró profundamente, aceptó su destino, y empezó aún con más fuerza. En medio del trabajo de parto, logró sobrevivir un pequeño; sus pequeños hermanos no corrieron con la misma suerte. Ella murió antes de poder seguir con los trabajos de parto, sus hermanos murieron ahogados dentro del líquido amniótico de su madre.

Habían pasado ya unas horas, aquel pequeño indefenso se encontraba acurrucado en el cadáver de su madre que dio su vida por verle nacer, sin saber que sucedía, sin tener idea del destino que le esperaba. Se encontraba esperando su muerte sin saber siquiera que era haber vivido, ya empezaba a agonizar, su cuerpo que no se había adaptado aun al frio exterior, ya que el útero de su madre le proporcionaba la temperatura adecuada, y el exterior era muy frio, empezó a morir, a agonizar lentamente, a sentir un dolor tan horrible que muy pocas cosas en el mundo pueden ser comparadas con ese sentir.  En ese momento, justo unos minutos antes que la hipotermia se apodera por completo de su vida, aparece Bárbara, al ver a aquel pequeño ser vivo indefenso lo toma en sus brazos, y al ser ayudante de un doctor que trabaja con este tipo de pacientes, le realizó los primeros auxilios necesarios para que sobreviviera. Con mucho esfuerzo logró nivelar su temperatura corporal; se quitó su chaqueta, lo cubrió y lo llevo para su casa.

¿Qué haría con aquel pequeño ser que había llegado a su vida? ¿Qué podía hacer con aquel indefenso que en ese momento necesitaba de su ayuda? ¿Podía acaso ir a algún sitio para poder notificar que allí se encontraba el cadáver de su madre prácticamente putrefacto y que había tomado al pequeño? Realmente no sabía cómo actuar en ese caso, ella sólo era una humilde ayudante de consultas que había aprendido todos los jases del oficio sin tener que haber leído un sólo libro. Decidió tratar de sacarlo adelante, estabilizarlo, y luego que el mismo estuviera libre de peligro entregarlo a algún sitio de adopción o algo. No sabía realmente que hacer.

Lo llevó a su casa, preparó un espacio para poder tenerlo y educarlo para la vida que debía tener a partir de ese momento. Logró estabilizarlo en unos meses, sin ayuda de médicos ya que ella tenía la suficiente experiencia para tratarlo, ya era el momento para entregarlo en un sitio de adopciones, al final, decidió quedarse con aquel pequeño. Ya lo consideraba como uno de los suyos, en aquel hogar, ella vivía con su abuela. Ella se encargaba de cuidarlo mientras Bárbara trabajaba en aquella clínica. Lo amó como si fuera su hijo, y el como si de su madre se tratará, aquel evento trágico de su pasado había sido borrado de su memoria, esta era su nueva vida. Al Bárbara irse a su trabajo, él la esperaba sin importar cuantas horas fueran, mirando a través de la puerta por donde había salido, y por más que la abuela intentaba alejarlo de allí era imposible, nunca logró que olvidara que Bárbara se había ido. Cada vez que ella salía por aquella puerta a su trabajo, él no pensaba que se había ido para volver, él pensaba que se había ido para siempre.

Un día, el enfermó, fueron días y días con una fiebre que no lograban controlar, Bárbara tuvo que hacer lo imposible para poderlo ayudar, fueron 5 días en vela que tuvo que estar con él. Al recuperarse, volvió más lleno de energía y vida. Un día, al cumplir ya su año y medio de edad, logro salir a la calle, en un descuido de la abuela y tal vez de Bárbara también, su pelota se había ido al otro lado de la acera, venia un carro a gran velocidad, él no lo logro ver, el conductor tuvo tiempo de frenar, pero al ver que se trataba de aquel ser no le dio importancia y siguió acelerando, matándolo en seco. No freno, siguió su camino, no lograron ver ni siquiera el modelo de aquella ráfaga blanca que acabo con la vida de aquel sobreviviente. Lo lloraron inconsolablemente.


Ya, en aquel cementerio para mascotas, mientras Bárbara decía sus últimas palabras, le daba las gracias al pequeño y fiel Bernardo, aquel pequeño perro callejero que había encontrado en aquella madriguera donde su madre había luchado para que por lo menos uno de sus cachorros sobreviviera. Aquel pequeño y fiel cachorro había muerto por la falta de empatía hacia los demás de la raza más destructiva del planeta; el ser humano.

sábado, 23 de julio de 2016

Las Expectativas no son Requeridas

Ya habían pasado varios años desde su último encuentro, era una relación complicada, unas de esas que nadie entiende, ni siquiera los involucrados; pero las que dan inspiración a los artistas a realizar sus obras. En aquel tronco inamovible de aquella playa guaireña aguardaba desde horas de la mañana, llevaba aquel mismo bañador que había utilizado el día que borracha se entregó a aquel hombre que creía que nunca podría amar “por no ser como ella”, por hacerse preguntas como: ¿Será posible que pueda enamorarme de aquel ayudante mediocre de mecánico? ¿Siempre está sucio, que le diré a mis amistades? Y bla bla bla. Generalmente, se preocupaba por las opiniones de personas que solo dan “criticas sinceras” llenas de hipocresías e inseguridades personales, aquellas opiniones que, sólo debemos escuchar e ignorar sin darle importancia. Al final, hoy te aman y te quieren, mañana, cuando ya no les seas útil, te rechazaran. Y si lees estas palabras y crees que esto no aplica a ti porque no fracasarás, solo puedo decirte que eres una persona aburrida, y no te estas arriesgando lo suficiente; el éxito es simplemente el resultado de múltiples fracasos.

En aquella playa esperaba, muchos años después, cuando al final, después de tantas estupidez humana se había percatado que lo que tiene que suceder sucederá, y por más que se resista,  no podrá contra ello. Esta historia empieza un tiempo atrás, cuando “eran diferentes”, o al menos así se repetía de forma constante, sin darse cuenta que su historia es tan insignificante como esos granos de arena que en ese momento pisaban sus pies. En aquella época, seguramente pisando sus 30 años, se encontraba aquella dama, en pleno apogeo de su carrera, una publicista exitosa, con más de 50 campañas en la carpeta corporativa de su pequeña compañía, con más 300 botellas de su vino favorito que su hígado había convertido en glucosa de la misma forma que lo haría con el cocuy más barato, con más de 80 números de contactos para contratos con el gobierno de turno, y más desilusiones amorosas de las que podrían contarse como normales.

Era el momento del mantenimiento de su vehículo de turno, seguramente el mejor equipado y el más elegante colocado en las manos de una persona con más estatus que cerebro emocional, elegido astutamente por un viejo vendedor que sabe mejores técnicas de ventas que aquella publicista exitosa, para que sea pagada por cómodas cuotas en su tarjeta de crédito. 

Aquel joven, capaz también de unos trientatos o menos, que después de múltiples fracasos, con ideas comerciales que por estar seguramente adelantado a su época, posiblemente por falta de constancia o por no saber colocar el producto en el target adecuado; habían quebrado, para poder resolver consiguió aquel trabajo, siempre con optimismo, sabiendo sin saberlo, que todo fracaso es una nueva experiencia, que todo nuevo comienzo es una nueva manera de comenzar, sin cometer los errores que te hundieron en tus propios excrementos mentales.

Este último fracaso fue fatal, todos dieron la espalda a aquel emprendedor optimista llamándole fracasado como insulto, y deseando que eel mismo fuese eterno, para que en sus reuniones anuales tener de quien hablar y rematar la conversación con el típico: “yo se lo dije, debía seguir en su trabajo, aunque ganara poquito pues era seguro, tenía su vejez asegurada, no podía fracasar” en fin, todas las idioteces que piensan que el éxito no puede estar acompañado del fracaso, cuando realmente la diferencia de ambas situaciones es mínima. En resumen, su optimismo se había mantenido intacto, en ese momento estaba seco de ideas, pero estaba seguro que pronto alguna tendría, y que sería la definitiva, así debía ser.

Justamente, Delia, la protagonista de esta historia, entraba por aquella puerta manejando su flamante vehículo, para Luis, el mediocre ayudante de mecánico, era su primer cliente. Esperaba ansioso, al ver bajar a aquella dama de aquel auto su corazón empezó a latir de manera descontrolada, al final, era un hombre de riesgos, y Delia era un riesgo que deseaba correr. Conocía bien su situación, en ese momento él estaba prácticamente en la calle, viviendo en una pensión de mala muerte de los lados de la plaza la concordia, donde debía dormir cuidando sus zapatos para que no fuesen robados por “su room mate” de turno, donde se pagaba la habitación por día, en el que sus pasillos desde la entrada hasta la salida olían a sexo rancio y barato, y el despertador propicio era el gemido sexual de alguna piedrera que había sido enamorada por un mendigo de semáforo, y luego de sacar sus cuentas, haber bebido románticamente una botellas de caña clara, y haber hecho el ridículo lo suficiente había sobrado algo “para el hotel” e ir a amarse locamente hasta que el efecto de la piedra barata y el licor de laboratorio sin añejar dejara de hacer su efecto, y en la mañana no se reconocieran el uno al otro y empezarán a terminar su pequeña historia de amor con una pelea de navajas carceleras.

Esa era la situación de Luis, lamentablemente había caído bajo, pero su mente seguía lucida, aunque todas las noches lloraba un poco, no se decaía, simplemente agarraba más fuerza. La razón por la que había terminado tan sólo, fracasado y mediocre, no vale la pena narrarla, simples traiciones, descuidos por bien intencionado. Al ver bajar a Delia de aquel vehículo, no le importó ni su carro, ni su ropa, o como estaba vestida, que marca era su perfume y cuantos números tenía en su cuenta, y tampoco su belleza física, que está de más decir, era mucha, eso nunca fue importante; para Luis que jamás se consideró pobre, sólo sin liquidez en ese momento, y que había aprendido a leer a las personas, Delia era algo así como una musa por la cual luchar, claro en este caso, solo si ella lo acompañaba a luchar.

Hizo amistad rápidamente con ella, ese feeling era evidente, en un corto o tal vez largo tiempo el resultado sería el mismo, su encuentro sería inevitable, sus vidas estaban unidas a través de un hilo desde su nacimiento, como dice aquella leyenda japonesa. Ella también sentía atracción hacia Luis, era evidente, pero su complicada vida no podía permitir que un ayudante de mecánico estuviera en ella, así aquel hombre se hubiese convertido en su mejor amigo, así aquel hombre siempre estuviera en el momento que ella necesitaba, ella ya tenía a sus amigos y a su novio de turno bien seleccionados para sus objetivos, era lo adecuado, lo que necesitaba, lo que debía ser inamovible; lo que le garantizaría el éxito. Pero la vida no en modular, no puedes colocar y seleccionar los códigos para reutilizarlos en otro lugar, la vida se va armando con lo que vamos recibiendo y tratamos de hacer lo mejor que podemos. Delia entendió eso demasiado tarde.

Un día, el menos pensado, ya su vida empezaba a desmoronarse, no supo adaptarse a nuevas situaciones, y empezó a decaer poco a poco, por no saber administrarse y tratar de mantener un estatus, en vez de retroceder un poco para agarrar más fuerza, prefirió seguir adelante hasta que el motor de su éxito fue fundido. Cuando se encontraba a punto de caer, Luis al saber lo que sucedía, porque el mismo ya lo había vivido sin que ella lo supiera, trato de aconsejarla, ella pensó que un ayudante de mecánica que podía saber de su situación, asistió sonriente para que se callara, y siguió su rumbo. Un día, Luis la invito a salir, ella acepto, fueron a aquella playa, en la que Delia años después lo esperaba, hicieron el amor como nunca lo habían sentido; realmente fue agobiantemente, con el dolor placentero que dan los orgasmos múltiples, y con el sudor final que da el licor cuando es bebido en el cuerpo de la pareja que se ama.

Los encuentros a partir de allí fueron constantes e innumerables, era la salida que permitía poder soportar un día más de trabajo inconforme y de nuevos retos que llevaban al fracaso. A pesar de todo, Luis siempre trato de mantenerse como un ayudante de mecánico en esa época, no deseaba estresarse, solo deseaba tomar la suficiente madurez y calma para poder enfrentar un nuevo reto. Delia decaía poco a poco, pero en ese corto tiempo en el cual Luis fue su acompañante, freno su caída, de hecho pudo agarrar un poco de impulso muy improbable en su sistema de decisiones. Un día, la vieron salir de aquel motel donde se había pautado su encuentro, donde hacían sexo, y hablaban de su día a día como cualquier pareja de años. Empezó un chisme en el círculo de amistades de Delia, al final, era inconcebible para la sociedad que ella estuviera con aquel ayudante de mecánico, cuando su novio de turno era un hombre “exitoso” y sus amistades eran prioritarias.

Solo pasó una semana desde ese día, para resumir, Delia humillo a Luis, lo enterró en el olvido, lo dejo sin una sola opción, sin que él pudiera enseñarle que era realmente importante en esta vida meramente terrenal. El la busco un tiempo, pero ella nunca respondió, lo evadía, lo insultaba y los rechazaba sin motivo, Luis entendió que ella se avergonzaba de él, unos meses más tarde, recibió una propuesta de trabajo en el exterior, se fue, la dejo tranquila, en aquellos lares, empezó a comercializar con un buen proveedor, y en un tiempo relativamente corto, empezó a exportar a nivel latinoamericano los productos de aquel proveedor chino con total exclusividad, nunca perdió la fe, ni la humildad, y aunque había logrado una pequeña fortuna, sabía muy bien que podría perderla de la noche a la mañana, así que su forma de vida cambio solo en forma mínima. Realmente quien no estuviera en su círculo más cercano, no podía saber realmente que Luis había superado con creces sus problemas económicos.

Por otro lado, Delia, en unos años después de haber terminado con Luis, termino en la quiebra, los acreedores vinieron a cobrar, se llevaron lo poco que quedaba, la cartera de clientes fue perdida por unas cuantas campañas erradas; su vida se fue a pique. Quedó prácticamente en la calle, su “novio adecuado” y sus “amistades verdaderas” poco a poco le dieron la espalda. El apartamento que tenía tuvo que ser vendido para poder pagar deudas, igual el carro, solo le quedo un poco de dinero para poder comprar un anexo en una zona popular y poder comprar un Chevette 81, el cual utilizaba para ir a trabajar en aquel pequeño puesto de dulces que había montado en un mercado popular. La vida la había bajado de un sopetón, pero por lo menos pudo bandearse para no tocar el fondo absoluto; como lo había tocado Luis sin ella saberlo. Delia había llegado al momento de vivir el día, solo el dia para comprar el alimento, estaba sobreviviendo.

Unos años más tarde, cuando ya las arrugas empezaban a dibujar sus rostros, Luis volvió a aquellas tierras, aun amando a Delia. Investigo, supo dónde estaba, llego a aquel lugar vestido con aquel traje de ayudante de mecánico guardado años atrás con recelo para saber de dónde había renacido. Lo uso para que Delia pensará que aún estaba con el mismo trabajo. La invito a aquella playa, ella espero paciente en aquel tronco, y luego de hablar, pudieron volver a amarse, pero Luis nunca le contó su situación actual, insistió que seguía siendo un simple ayudante de mecánico, ella le creyó. Cuando había llegado el momento el sacó un anillo de su bolsillo, muy humilde, hecho en plata, y de un grosor muy delgado, se arrodillo y le pidió matrimonio, le suplicaba que por favor, lo aceptará, que murieran juntos, que esa soledad que a ambos agobiaba terminara así fuese hasta el final de sus días. Ella, a pesar de todo, se burló en su cara, no se veía casada con un ayudante de mecánico a pesar de ella misma haber probado en amargo sabor del fracaso. El lloró frente a ella, le suplico que por favor lo pensara bien, y dejo aquel anillo encima de aquel tronco y se fue. Ella duro un rato allí sentada, veía el anillo, lo colocaba en su dedo, realmente le parecía hermoso, porque fue el único anillo que había recibido con amor.

Al final ella lo dejo sobre aquel tronco, y se fue de aquel lugar, al día siguiente, Luis, que se alojaba en un hotel cercano a aquel lugar, fue a recordar viejos momentos en aquel sitio. Al ver el anillo allí abandonado, lo guardo en su bolsillo. Fue a aquel mercado, donde Delia vendía sus dulces criollos, y volvió a decirle, una última vez, le contó la historia de aquel anillo, que había sido comprado hace años dos días antes que ella lo humillarla por no ser una persona adinerada: ---“Pues amigo, lamentablemente usted no puede aspirar a tanto, si me caes bien y eso, pero hasta allí. Eres y siempre serás un simple ayudante de mecánico, y de allí nunca saldrás. Así que déjame en paz, lo peor que sucedió en mi vida fue conocerte.”--- dijo Delia, que aunque lo amaba, aun su mente débil dominaba a su corazón noble. Luis la miró decepcionado, le dijo que si deseaba verle, que por favor, lo buscará en el sitio en el que ella lo había conocido; en aquel taller mecánico.

Unos meses después, fue a visitarle, a buscarlo, porque lo amaba, no deseaba aceptar su propuesta, solo deseaba su ración de sexo amoroso que le curara su depresión unos días más. Al llegar allá, al preguntar por él, le contaron la situación, él se encontraba viviendo en el extranjero, desde hace muchos años, la oficina local de su empresa era uno de los primeros proveedores del taller, le facilitaron un número telefónico. En ese momento se dio cuenta del “amor” que sentía por Luis, empezó a buscarlo incansablemente, hasta que supo donde quedaba la principal oficina de la compañía, no tenía suficiente dinero, así que vendió aquel carro viejo y compro un boleto de avión, sólo de ida, porque no le hacía falta volver, al final, Luis estaba locamente enamorada de ella, vendió su local, vendió su casa, compro un boleto en primera clase, y viajo a aquel ciudad cosmopolita, llego cansada, busco el hotel más caro, al final, eso que llevaba en sus bolsillo era nada con lo que recibiría, ya se había gastado casi todos sus ahorros en idioteces, compro perfumes, ropa que no podía pagarse, y unos tacones glamorosos de algún diseñador de moda.

Al llegar a aquella compañía, la recepcionista pensó que podría ser algún cliente de la empresa y la dejo pasar, le dijo en donde quedaba la oficina de Luis y le dio acceso a aquel piso de oficinas. Al llegar a la oficina de Luis, su corazón palpitaba, estaba a punto de cumplir su sueño. El la recibió con una sonrisa en sus labios, más que sincera, una sonrisa pícara,  maliciosa. Ella habló, y hablo por casi media hora. El saco un anillo que tenía guardado en el escritorio, le pregunto si ese si le gustaba, ella asistió y lloro de la emoción, era perfecto, de oro puro, con un diamante gigante, guardado en una caja cubierta de terciopelo vinotinto; era perfecto. Le preguntó si lo quería, ella le dijo: ---“Obvio que si”---. Entonces le dijo: ---“Ve a Buscarlo”--- y lo tiro por la ventana de aquel edificio. Delia quedó atónita,  él le pidió educadamente que se fuera de allí,  que por favor, volviera a su ciudad, siguiera con su vida como había seguido, que por favor, hiciera como había hecho todo ese tiempo; ignorar su existencia.

Al escuchar esas palabras, y al darse cuenta que se encontraba sin nada, ni siquiera un pasaje de vuelta, ni donde llegar si volviera, ni nada, salió corriendo a tratar de buscar aquel anillo que Luis había botado por la ventana; no lo consiguió. Días después, humillada, teniendo que dormir algunas veces en alguna banca de alguna plaza pública y comer de la basura en aquel país extranjero donde nadie le ofrecía un trabajo por su avanzada edad, decidió volver a donde Luis, le conto su situación, le rogo que por favor le ayudara, que estaba allí por él. El como un último acto de amor y compasión por ella, le pago un boleto de vuelta a su ciudad, le ayudo con unos meses de alquiler en un pequeño apartamento, y llamo a aquel taller mecánico donde ella lo conoció, allí necesitaban una señora de servicio, ella sin poder optar otra cosa, aceptó el empleo, y volvió con su rabo entre la piernas. Trabajo en ese lugar hasta el final de sus días, al caer enferma y no poder trabajar igual seguía recibiendo su sueldo. Luis siguió pagándolo en secreto a través del dueño que aquel taller junto con el alquiler de su vivienda. Al morir, sola en aquel lugar, el pago su funeral, busco un sitio tranquilo para su descanso, y coloco a su lado una fosa vacía, para aguardar al menos en su muerte, la eternidad juntos en su eterno reposo.