lunes, 30 de noviembre de 2009

Ideologías de un Cobarde I

Mientras se observaba con sus ojos llenos de llanto, maquillaba sus fortalezas basadas en la envidia. Siempre rodeado de la misma gente, esos que están cuerdos según el mundo manipulado por plástico; sintiendo querer aquello que hace infelices a los ilusos mundanos. Queriendo saber tal vez el porqué de su destino, siempre culpando al altísimo de sus decisiones malditas. Poco confiables eran sus pensamientos productivos, pensaba en sólo maneras de destruir aquellas personas, que pensaron sólo necesitaba un poco de confianza en él para cambiar. Mirándose en un espejo para admirar todo aquello que lo hace odiarse, siempre buscando en los ojos de los demás sus propios defectos, aquellos que conoce tan bien que los reconoce inmediatamente para con una sonrisa llena de malicia muy oculta en sus mojones, llorar en silencio a través de su propia burla.

Sin más que un saco invisible que siempre lleva consigo para recordar su miseria, espera en aquel lugar el momento en el que piensa su destino cambiará. Siempre negándose a si mismo sus sentimientos, ya que debe hacerlo para poderse mentir, espera a aquella dama. Sin querer reconocer estaba allí con esperanzas, aquellas que lo sacaran de su melancolía idiota producida por su débil personalidad. No era más que una marioneta mal diseñada por sus propias manos de artista mediocre; aunque reconoce sin saberlo que en su afán de destruir su alrededor sólo a si pudo hacerlo. Una lágrima en su mejilla, siempre por culpa de esa maldita alergia de mentira, mostraba su tristeza y falta de gana de vivir. Cobarde como todos, esperaba que aquello que decían dañino estudios respetables, pusiera fin a su era de cobardía.

Esperó sin más esperanza que encontrase reflejado en los ojos claros de su tormento, que claro estaba al decirle que quería mirarse en su iris, esta hubiese permitido sin tapujos. Pero al contrario por no hablar claro podía verse reflejado en su amigo silencioso, mientras este por sus venas se inyectaba lentamente a través de su hígado, mientras maquillaba su cobardía de valentía irreal, mientras dibujaba una sonrisa en su cara por la contracción de los músculos faciales. Sentado en la barra de aquel bar miraba a los demás, con pensamientos tanto o más ilusos que los suyos, eso que habían sido imitados en su adolescencia de falacia. Era el momento de cambiar, de suicidar su personalidad sin personalidad, para ser tangible, para que así su reflejo en las claras aguas de río fuese real.

Pero nunca quiso nada más, aquello que esfuerzo a meritara no valdría la pena a menos que otra persona se lo ratificara; es más sencilla esa forma de soñar. Allí esperando se encontró sin poder actuar ya que se encontraba preso en la cárcel hecha de sus mojones mentales, ya que su mundo imaginario no permitía ver mas allá de las frases de juicio destructivo de quienes él creía, valían la pena. Esperó sin falta a su destino, ese que esperaba sin buscarlo, deseando que no lo encontrase, porque eso lo haría salir de su cómoda línea de seguridad.

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