lunes, 30 de noviembre de 2009

Ideologías de un Cobarde II

Como siempre la sangre hervía en la venas de aquel idiota, aquel que un día decidió su destino; uno que tal vez nunca debió elegir. Mientras miraba el cielo contando las estrellas de aquel suyo contaminado de luz, podía ver su pasado lleno de sangre ajena, siempre por sus actos imprudentes. Fumando para suicidarse lentamente, ya que era cobarde, tan cobarde como para terminar, lo que pensó podría fin a sus incógnitas. Mientras exhalaba creía morir lentamente, o por lo menos esa era su esperanza, siempre pensando en la mujer que había degollado con el cuchillo que utilizaba para cocinarle diariamente.
No encontraba motivo, no encontraba prudencia, sólo se podía encontrar a sí mismo en el reflejo dado en los recuerdos de los ojos de su hermosa dama mientras la observa con pasión. El alcohol nunca es un buen consejero, porque cubre la felicidad de falsedad y la valentía de irreal, pero es siempre una escusa para hacer cualquier estupidez; debía tomar el precio de sus actos de injuria. Su sangre hervía siempre por el motivo sin sentido, por el sentido que motivo su mano auto suicida. Moría lentamente no por culpa del cigarro, era culpa de su mente destruida. Bien sabía que para cumplir un sueño muchas veces se debe pagar un precio muy alto, siendo mayoría de veces un precio que no se está dispuesto a dar, uno que se pensó sin motivo; esta vez destruyendo su mundo imaginario.
No era un motivo aparente, porque bien sabía que su felicidad no puede ser una carga ajena, pero le pareció más sencillo hacerlo de esta manera, era mucho mejor que luchar el mismo por sus alabanzas. Aquello que lo motivo a tomar el cuchillo, eran en esos momentos actos egoístas, mente aleatoria de sentimientos contaminada de demonios, eso que succionan personalidad. La única manera de sentirse vivo, de sentirse poderoso, era destruyendo a quien lo rodea; por eso la soledad será siempre su mejor compañía. Nunca de él se podrá separar, estará contaminado por las ruinas de su detonar fructífero, de los desperdicios de la batalla siempre llevada en sus sentidos. Al final de su acto se dio cuenta que su alma ensucio, que sus manos inocentes de sus pensamientos utilizó sin responsabilidad, que se encerraría en aquel infierno mental recién creado para poder justificar sus actos.
Se autodestruía, no valía nada, ni siquiera una puñalada en la espalda. Pensó en poner fin a su sufrimiento, actuando de nuevo de forma estúpida; pensó en ser valiente por lo menos una vez en la vida, asumir sus actos por 2da vez desde el día en el que había aceptado la responsabilidad de aquel niño prematuro. Tomó aquel cuchillo con el que su destino había escrito, con ganas de terminar su novela personal llamada destino.
Aunque el momento preciso espero, nunca fue la decisión acertada; aunque bien maquinadas tenían sus patrañas, cuando son de tal índole siempre han de ser pagada. Como judas al entregar a Cristo, luego de su acto concluyo, no poder seguir mirándose para exigirse respeto. Así que tomo otro cigarrillo, nunca tuvo el valor para despertar del sueño despierto, de terminar de una vez y para siempre lo que él creía como solución; aunque claro esta nunca nada solucionaría.

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