Como todo superhéroe su vida
giraba en querer hacer siempre el bien a la mayor cantidad de personas, tenía o
por lo menos creía que tenía todas las herramientas necesarias para poder
realizar su tarea. En estos individuos siempre se repiten el mismo patrón de
poderes: podía volar, ver a través de las paredes, vista laser, capacidad de
respirar bajo el agua, y otra cantidad de sorprendentes dones que por mera
casualidad habían sido colocados en un individuo con poca capacidad mental y
poca prudencia para consigo mismo, causada por la confianza extrema que le daba
su gran fuerza.
Pero nadie escapa de la que es en
verdad su verdadera debilidad, algunos los llaman amor, para aquel superhéroe
su debilidad tenía un nombre más personal: Raquel, una hermosa chica de unos
veintitantos recién cumplidos, que al mirarlo hacia que su corazón palpitara de
una manera tan rápida que el vuelo de un colibrí sonaba lento. Con su hermosa
piel blanca con pecas escasas hacia que su libido disparara una erección
incontrolable, y aún más importante, sin importar que fuerte fuera,
siempre se sentía sumamente pequeño ante aquel espectáculo de hormonas que le
eran disparadas a su cerebro cada vez que tenía la oportunidad de sentir su
aroma.
Sus facultades cada vez que
estaba cerca de aquel hermoso tormento se venían comprometidas, porque por
extraño que pareciera, podía detener la explosión de un misil sólo con su
pulgar, pero no podía detener su idiota sonrisa cada vez que la veía pasar.
Entonces sentía una gran confusión, se preguntaba ¿Qué debía hacer? ¿Debía
colocar lo que sentía a un lado, y colocar el bien de los demás por encima del
suyo propio? Aunque estaba dispuesto a entregar su vida noblemente por una
noble causa ¿Sería capaz de hacerlo, sabiendo que su hermosa Raquel se
encontraría solitaria en este mundo lleno de inconstantes peligros? Entonces el
futuro de la humanidad terminó resumiéndose en una decisión que para él jamás
fue obvia.
No podía soportar tantos
pensamientos ahogando su mente corta de ideas, necesitaba descansar, buscar un
sitio en el cual poder sentir libertad de nuevo, porque lo que el sentía, y que
no tenía más nombre que el de aquella mujer, debía ser erradicado de su alma
para poder seguir cumpliendo su destino,
que aunque lleno de desdicha, era el que había sido escrito en algún momento
por esos niños malcriados que se encargan de llevar el destino del mundo. Encontró un
lugar solitario, donde su ayuda era necesaria, y podía olvidar sin hacer
grandes esfuerzos, ya que mantendría su mente ocupada tratando de mantenerse
vivo, aunque no pudiese morir. Llevó su imprudencia al límite, pensó una y otra
vez que sus lágrimas podrían matarlo, pero sólo limpiaban su espíritu,
descubría la verdad humana en su corazón de piedra, que cada vez que se
imaginaba sin ella se ablandaba un poco más. Al contrario de lo que pensó, sus
poderes iban desvaneciéndose; pero a pesar de perder sus grandes dones, jamás
se había sentido tan libre en toda su existencia.
Sintió que era el momento de
volver a la realidad, siendo un hombre normal, con grandes esperanzas de vivir
de forma aburrida, con su cuerpo ya envejecido por los años sin sus dones, para malgastar su hígado con licor barato y sus pulmones con
polución y cigarrillos; como lo hacía la gente normal. Al llegar algunas personas le reconocieron inmediatamente, a pesar de su rostro malgastado por los años, pero él no reconoció a nadie, a él realmente no le
importaba nadie, a pesar de haber pasado muchas décadas de su existencia
tratando de ser el mejor superhéroe de aquella ciudad mal agradecida. Llegó a
su viejo departamento, y con una cubeta de metal quemó todos aquellos recuerdos
que alguna vez habían sido importantes. Hasta que llego una pequeña carta que
alguna vez había escrito para Raquel, en ella expresaba lo que sentía, porque
jamás había sido lo suficientemente valiente de expresarle sus sentimientos, a
pesar que ella esperaba que él lo hiciera para entregarse en una noche de sexo
sin sentido, orgasmos melancólicos, e intercambio de flujos genitales.
Todo aquello por lo que había
luchado por olvidar realmente no había sido olvidados, sólo había apagado su
corazón para no sentir más dolor sin sentido, un sufrimiento que claramente él
había decidido sentir. Y mientras su corazón despertaba, sentía como sus
poderes volvían, como su alma volvía a llenarse de compasión, como sus manos
recuperaban la fuerza necesaria, como su cuerpo rejuvenecia de forma acelerada. Era un hombre nuevo, que se había dado cuenta
que su potencial es único, como el de todos los humanos del mundo y debía
utilizarlo para el bien. Pero esta vez, no podía permitirse luchar sin que
Raquel estuviese a su lado, así tuviera que pelear sin poderes, era preferible
pensar día tras día que su fragilidad se debía a que todas las noches recibiría
un beso de su tormento, a que sería inmortal sin tener lo único que realmente
importa en la existencia; el calor de una familia.
Entonces fue volando hasta la
ventana de la habitación donde bien sabia ella dormía, para esperarla y así
cumplir su destino. Al llegar lógicamente allí se encontraba, estaba en una
cama acostada, conectada a varios aparatos que la mantenían con vida
artificial; estaba llegando a sus 86 años, y sabía que le quedaban unas horas
de vida. Así que al ver a aquel héroe, su corazón tembló de alegría, y por unos
minutos pudo este latir sin ayuda de aquella máquina.
El sólo se paró a un lado de su
cama, y aquello que lo hacía débil por no querer aceptar su destino, esta vez
lo hacía mucho más fuerte, más confiable. La miró fijamente, ella también a él,
y en ningún momento cruzaron una palabra. Sólo tomó su mano esperando que un
milagro ocurriese, que tal vez estuviera escrito en el destino, que ella se
levantara de esa cama y recuperara su juventud, y volver a aquella época en la
que podía haberlo amado con locura.
Pero las cosas jamás suceden como
se quiere, suceden como deben ser, entonces, en un momento de debilidad botó
una lagrima, la cual cayó en la mano de Raquel, destrozándola, lo que era uno
de sus dones en este momento de convertía en una de sus peores pesadillas, sus
lágrimas tenía la capacidad de desintegrar todo lo que tocaran; calcino el
cuerpo de Raquel en menos de 3 segundos, quedando allí sus cenizas solamente.
Toda su vida paso por su mente en
ese momento, se sintió paralizado, incapaz, ninguno de los dones con los que había
sido bendecido lo ayudaría a sentirse mejor. Estaba lleno de impotencia, rabia,
de todos los sentimientos de odio que se pudieran sentir; debía tranquilizarse
pero el sentimiento era más grande que la voluntad. Algunas personas al sentir
esta impotencia, revientan cosas, todo lo que tengan a su alcance, posiblemente
sea la única forma de poder expresar su ira. ¿Cómo podría expresar su ira un
ser como este individuo? ¿Rompiendo una ciudad? Pues reventó algunos edificios,
mato de forma muy sangrienta a algunos personajes secundarios de esta historia,
pero luego de observarse, de bajar un poco su impotencia se dio cuenta que
estaba actuando de manera equivocada.
Ya estaba cansado de vivir sin
sentido, de no conseguir nada que lo complementara; había decidido acabar con
su vida. Pero, ¿Cómo hace un superhéroe para suicidarse? Intentó muchas formas,
intentó ahogarse, quemarse en un volcán, salir al espacio, congelarse en el
polo norte, pero aunque logró hacerse mucho daño, ninguna acabó con su vida.
Entonces muchas décadas después de
luchar contra sí mismo y vivir en una desidia auto aplicada, recordó algo
importante, en un pasado, su única debilidad fue Raquel, era el único componente
que lo volvía humano, frágil, volvia su cuerpo volatil, y hacia que las ideas que en su mente ya eran escasas, fueran aún más dificiles de conseguir. Se dedicó a buscar
sus cenizas, aquellas que habían quedado en aquel accidente que había destruido
a su ser amado. Efectivamente las consiguió, las robo de aquel lugar sagrado
que sus familiares habían elegido para su descanso eterno, entonces las acercó
a su nariz, y como era su costumbre, sin pensarlo mucho la aspiró, como un cocainómano hace con su
elixir, pero nada sucedió, esa no era la respuesta.
Entonces empezó a analizar la situación, pudo darse cuenta de su verdadera debilidad:
cuando sentía temor e inseguridad para hablarle, era débil, todo su potencial
se desvanecía, pero cuando sentía seguridad y estaba decidido a actuar en pro
de sus intereses sus poderes aumentaban. Todo se resumía a una sola cosa: él
era quien ponía sus límites, quien elegia si era débil o fuerte, él era su
propia debilidad y fortaleza. Pero también al darse cuenta de eso, ya le era
imposible poder sentirse débil, pensó que jamás podría morir.
Entonces se mudó a alguna ciudad asiática,
y aprendió a vivir como uno más de aquellos sitios. Ya no sentía la
responsabilidad de proteger a nadie, porque cada quien es quien escribe su
destino.
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