martes, 22 de enero de 2019

Situaciones inconclusas.


Ya el tiempo habia pasado, ese que dicen todo lo olvida. Todo lo habia olvidado, pero aun quedaba un recuerdo en forma de tatuaje en su memoria; ya no recordaba porque la amaba, solo sabia que asi sucedia. Sentado en aquel parque citadino, mientras un cigarrillo se consumia en el fuego, su mente traia siempre aquellos recuerdos recurrentes del porque nada podia ser como debia ser para ser feliz. Es bien sabido que la infelicidad no es mas que el umbral de aquello que deseamos ser con aquello que realmente somos, y eso que deseaba ser cada momento era mas dificil de encontrar, porque se encontraba sumido en su olvido. Nada tenia sentido, cruzaba ese desierto en que dias casi pensaba salir, dias en los que las lagrimas sin llantos se derramaban en sus memorias recordandola con melancolia.

Ya no recordaba el porque la amaba, solo sabia que en su mente siempre estaria. No deseaba seguir adelante, la vida carecia de sentido, de rumbo, de logica; aunque su mente estaba siendo reparada, estaba tan rota que no pudo acomodarse de manera adecuada. ¿que mas podia hacer? Entregarse a los placeres mundanos en busca de consuelo; consiguio a consuelo, no fue de su agrado. El mundo es un gran banquete, ¿porque solo tomar un solo plato, cuando todos los que estan servidos son igual de placenteros, con diferentes sabores, texturas y diferentes sensaciones?; porque puedes tenerlo todo, pero a veces al solo tener el adecuado, lo demas jamas podra satisfacerte completamente.

Alli se encontraba y esperaba tal vez un mensaje que nunca llegaria y si llegaba seria un posible silencio incomodo porque ya no sabian que decirse, pero sabian que se necesitaban. Se hirieron sin quererlo, se amaron sin decirlo, jugaron con el otro sin darse cuenta que jugaban consigo mismos; se necesitaban en uno al otro, pero estaban seguros que no tenian nada que ofrecerse. ¿que debian hacer? ¿Olvidarse que existian? Lo intentaron, olvidaron el porque se pensaban, pero recordaban pensarse con frecuencia. ¿entregarse a su locura momentanea? Al menos asi se recargarian las energias para seguir sin ofrecerse nada, por lo menos por un instante ese umbral del querer ser a lo que eran, se veria reducido, serian felices por un par de orgasmos semanales.

Pero la arrogancia es mas fuerte que las ganas, el que diran es mas fuerte que el que pasara. Aunque deseaban hacerlo, no lo harian si el otro no daba el paso, al final ya no recordaban porque se pensaban, ya no recordaban el porque se necesitaban.

miércoles, 27 de julio de 2016

Una guerra imposible de ganar

Nunca imaginó que al verlo encerrado en aquel ataúd, que al verlo bajar en aquel féretro hasta el pequeño terreno que había sido apartado para su descanso eterno, podría sentir que su alma se destrozaba; se desgarraba una parte importante, un pequeño punto de su existencia. Nunca imagino que aquel pequeño ser, indefenso, de tan solo un año y medio de existencia, lograría entrar en su corazón, seguramente de concreto, y allí poder crear así fuese en su corta existencia un pequeño espacio para el amor incondicional que es motivado por la fragilidad que se propicia en quien se ama.

Un tiempo atrás, ella lo encontró desprotegido junto al cadáver de su madre biológica, murió durante el parto. Estuvo todo su embarazo en las calles, sin los cuidados adecuados, sin tomar las vitaminas respectivas; rechazada por la sociedad. Por donde ella caminaba, siempre era pateada, escupida, humillada por todas las personas, o por lo menos las más crueles sin poder defenderse. No tenía medios para hacerlo, su vida se encontraba marcada desde su nacimiento en una sociedad abierta, en donde muchos están destinados a la crueldad para toda su vida. Luchó incansablemente, tomando agua de los charcos de las calles, comiendo de la basura, esperando que alguien le regalara un poco de las sobras de no le gustaran de su comida; realmente no tenía medios para defenderse. Embarazada de trillizos, madre soltera, sin familia, sin amigos, sin ningún tipo de apoyo de nadie en el mundo; decidió que así lucharía con sus pequeños hasta el final de su existencia. Pero algo salió mal, llegaron los dolores, no podía salir del sitio en el que se encontraba, tuvo que empezar allí mismo sus labores de parto; así hubiese podido salir del sitio donde estaba, ningún hospital le hubiese recibido.

Por más que gritó nadie le escucho, por más que deseaba poder por lo menos a sus pequeños ver con vida una vez antes de su muerte, no pudo hacer más que seguir con lo que su cuerpo de forma biológica y sin excepción le exigió hacer; tuvo que pujar, hacerlo con todas sus fuerzas. No fue sencillo, porque ya se había dado cuenta que ese sería su último día de existencia. Respiró profundamente, aceptó su destino, y empezó aún con más fuerza. En medio del trabajo de parto, logró sobrevivir un pequeño; sus pequeños hermanos no corrieron con la misma suerte. Ella murió antes de poder seguir con los trabajos de parto, sus hermanos murieron ahogados dentro del líquido amniótico de su madre.

Habían pasado ya unas horas, aquel pequeño indefenso se encontraba acurrucado en el cadáver de su madre que dio su vida por verle nacer, sin saber que sucedía, sin tener idea del destino que le esperaba. Se encontraba esperando su muerte sin saber siquiera que era haber vivido, ya empezaba a agonizar, su cuerpo que no se había adaptado aun al frio exterior, ya que el útero de su madre le proporcionaba la temperatura adecuada, y el exterior era muy frio, empezó a morir, a agonizar lentamente, a sentir un dolor tan horrible que muy pocas cosas en el mundo pueden ser comparadas con ese sentir.  En ese momento, justo unos minutos antes que la hipotermia se apodera por completo de su vida, aparece Bárbara, al ver a aquel pequeño ser vivo indefenso lo toma en sus brazos, y al ser ayudante de un doctor que trabaja con este tipo de pacientes, le realizó los primeros auxilios necesarios para que sobreviviera. Con mucho esfuerzo logró nivelar su temperatura corporal; se quitó su chaqueta, lo cubrió y lo llevo para su casa.

¿Qué haría con aquel pequeño ser que había llegado a su vida? ¿Qué podía hacer con aquel indefenso que en ese momento necesitaba de su ayuda? ¿Podía acaso ir a algún sitio para poder notificar que allí se encontraba el cadáver de su madre prácticamente putrefacto y que había tomado al pequeño? Realmente no sabía cómo actuar en ese caso, ella sólo era una humilde ayudante de consultas que había aprendido todos los jases del oficio sin tener que haber leído un sólo libro. Decidió tratar de sacarlo adelante, estabilizarlo, y luego que el mismo estuviera libre de peligro entregarlo a algún sitio de adopción o algo. No sabía realmente que hacer.

Lo llevó a su casa, preparó un espacio para poder tenerlo y educarlo para la vida que debía tener a partir de ese momento. Logró estabilizarlo en unos meses, sin ayuda de médicos ya que ella tenía la suficiente experiencia para tratarlo, ya era el momento para entregarlo en un sitio de adopciones, al final, decidió quedarse con aquel pequeño. Ya lo consideraba como uno de los suyos, en aquel hogar, ella vivía con su abuela. Ella se encargaba de cuidarlo mientras Bárbara trabajaba en aquella clínica. Lo amó como si fuera su hijo, y el como si de su madre se tratará, aquel evento trágico de su pasado había sido borrado de su memoria, esta era su nueva vida. Al Bárbara irse a su trabajo, él la esperaba sin importar cuantas horas fueran, mirando a través de la puerta por donde había salido, y por más que la abuela intentaba alejarlo de allí era imposible, nunca logró que olvidara que Bárbara se había ido. Cada vez que ella salía por aquella puerta a su trabajo, él no pensaba que se había ido para volver, él pensaba que se había ido para siempre.

Un día, el enfermó, fueron días y días con una fiebre que no lograban controlar, Bárbara tuvo que hacer lo imposible para poderlo ayudar, fueron 5 días en vela que tuvo que estar con él. Al recuperarse, volvió más lleno de energía y vida. Un día, al cumplir ya su año y medio de edad, logro salir a la calle, en un descuido de la abuela y tal vez de Bárbara también, su pelota se había ido al otro lado de la acera, venia un carro a gran velocidad, él no lo logro ver, el conductor tuvo tiempo de frenar, pero al ver que se trataba de aquel ser no le dio importancia y siguió acelerando, matándolo en seco. No freno, siguió su camino, no lograron ver ni siquiera el modelo de aquella ráfaga blanca que acabo con la vida de aquel sobreviviente. Lo lloraron inconsolablemente.


Ya, en aquel cementerio para mascotas, mientras Bárbara decía sus últimas palabras, le daba las gracias al pequeño y fiel Bernardo, aquel pequeño perro callejero que había encontrado en aquella madriguera donde su madre había luchado para que por lo menos uno de sus cachorros sobreviviera. Aquel pequeño y fiel cachorro había muerto por la falta de empatía hacia los demás de la raza más destructiva del planeta; el ser humano.

sábado, 23 de julio de 2016

Las Expectativas no son Requeridas

Ya habían pasado varios años desde su último encuentro, era una relación complicada, unas de esas que nadie entiende, ni siquiera los involucrados; pero las que dan inspiración a los artistas a realizar sus obras. En aquel tronco inamovible de aquella playa guaireña aguardaba desde horas de la mañana, llevaba aquel mismo bañador que había utilizado el día que borracha se entregó a aquel hombre que creía que nunca podría amar “por no ser como ella”, por hacerse preguntas como: ¿Será posible que pueda enamorarme de aquel ayudante mediocre de mecánico? ¿Siempre está sucio, que le diré a mis amistades? Y bla bla bla. Generalmente, se preocupaba por las opiniones de personas que solo dan “criticas sinceras” llenas de hipocresías e inseguridades personales, aquellas opiniones que, sólo debemos escuchar e ignorar sin darle importancia. Al final, hoy te aman y te quieren, mañana, cuando ya no les seas útil, te rechazaran. Y si lees estas palabras y crees que esto no aplica a ti porque no fracasarás, solo puedo decirte que eres una persona aburrida, y no te estas arriesgando lo suficiente; el éxito es simplemente el resultado de múltiples fracasos.

En aquella playa esperaba, muchos años después, cuando al final, después de tantas estupidez humana se había percatado que lo que tiene que suceder sucederá, y por más que se resista,  no podrá contra ello. Esta historia empieza un tiempo atrás, cuando “eran diferentes”, o al menos así se repetía de forma constante, sin darse cuenta que su historia es tan insignificante como esos granos de arena que en ese momento pisaban sus pies. En aquella época, seguramente pisando sus 30 años, se encontraba aquella dama, en pleno apogeo de su carrera, una publicista exitosa, con más de 50 campañas en la carpeta corporativa de su pequeña compañía, con más 300 botellas de su vino favorito que su hígado había convertido en glucosa de la misma forma que lo haría con el cocuy más barato, con más de 80 números de contactos para contratos con el gobierno de turno, y más desilusiones amorosas de las que podrían contarse como normales.

Era el momento del mantenimiento de su vehículo de turno, seguramente el mejor equipado y el más elegante colocado en las manos de una persona con más estatus que cerebro emocional, elegido astutamente por un viejo vendedor que sabe mejores técnicas de ventas que aquella publicista exitosa, para que sea pagada por cómodas cuotas en su tarjeta de crédito. 

Aquel joven, capaz también de unos trientatos o menos, que después de múltiples fracasos, con ideas comerciales que por estar seguramente adelantado a su época, posiblemente por falta de constancia o por no saber colocar el producto en el target adecuado; habían quebrado, para poder resolver consiguió aquel trabajo, siempre con optimismo, sabiendo sin saberlo, que todo fracaso es una nueva experiencia, que todo nuevo comienzo es una nueva manera de comenzar, sin cometer los errores que te hundieron en tus propios excrementos mentales.

Este último fracaso fue fatal, todos dieron la espalda a aquel emprendedor optimista llamándole fracasado como insulto, y deseando que eel mismo fuese eterno, para que en sus reuniones anuales tener de quien hablar y rematar la conversación con el típico: “yo se lo dije, debía seguir en su trabajo, aunque ganara poquito pues era seguro, tenía su vejez asegurada, no podía fracasar” en fin, todas las idioteces que piensan que el éxito no puede estar acompañado del fracaso, cuando realmente la diferencia de ambas situaciones es mínima. En resumen, su optimismo se había mantenido intacto, en ese momento estaba seco de ideas, pero estaba seguro que pronto alguna tendría, y que sería la definitiva, así debía ser.

Justamente, Delia, la protagonista de esta historia, entraba por aquella puerta manejando su flamante vehículo, para Luis, el mediocre ayudante de mecánico, era su primer cliente. Esperaba ansioso, al ver bajar a aquella dama de aquel auto su corazón empezó a latir de manera descontrolada, al final, era un hombre de riesgos, y Delia era un riesgo que deseaba correr. Conocía bien su situación, en ese momento él estaba prácticamente en la calle, viviendo en una pensión de mala muerte de los lados de la plaza la concordia, donde debía dormir cuidando sus zapatos para que no fuesen robados por “su room mate” de turno, donde se pagaba la habitación por día, en el que sus pasillos desde la entrada hasta la salida olían a sexo rancio y barato, y el despertador propicio era el gemido sexual de alguna piedrera que había sido enamorada por un mendigo de semáforo, y luego de sacar sus cuentas, haber bebido románticamente una botellas de caña clara, y haber hecho el ridículo lo suficiente había sobrado algo “para el hotel” e ir a amarse locamente hasta que el efecto de la piedra barata y el licor de laboratorio sin añejar dejara de hacer su efecto, y en la mañana no se reconocieran el uno al otro y empezarán a terminar su pequeña historia de amor con una pelea de navajas carceleras.

Esa era la situación de Luis, lamentablemente había caído bajo, pero su mente seguía lucida, aunque todas las noches lloraba un poco, no se decaía, simplemente agarraba más fuerza. La razón por la que había terminado tan sólo, fracasado y mediocre, no vale la pena narrarla, simples traiciones, descuidos por bien intencionado. Al ver bajar a Delia de aquel vehículo, no le importó ni su carro, ni su ropa, o como estaba vestida, que marca era su perfume y cuantos números tenía en su cuenta, y tampoco su belleza física, que está de más decir, era mucha, eso nunca fue importante; para Luis que jamás se consideró pobre, sólo sin liquidez en ese momento, y que había aprendido a leer a las personas, Delia era algo así como una musa por la cual luchar, claro en este caso, solo si ella lo acompañaba a luchar.

Hizo amistad rápidamente con ella, ese feeling era evidente, en un corto o tal vez largo tiempo el resultado sería el mismo, su encuentro sería inevitable, sus vidas estaban unidas a través de un hilo desde su nacimiento, como dice aquella leyenda japonesa. Ella también sentía atracción hacia Luis, era evidente, pero su complicada vida no podía permitir que un ayudante de mecánico estuviera en ella, así aquel hombre se hubiese convertido en su mejor amigo, así aquel hombre siempre estuviera en el momento que ella necesitaba, ella ya tenía a sus amigos y a su novio de turno bien seleccionados para sus objetivos, era lo adecuado, lo que necesitaba, lo que debía ser inamovible; lo que le garantizaría el éxito. Pero la vida no en modular, no puedes colocar y seleccionar los códigos para reutilizarlos en otro lugar, la vida se va armando con lo que vamos recibiendo y tratamos de hacer lo mejor que podemos. Delia entendió eso demasiado tarde.

Un día, el menos pensado, ya su vida empezaba a desmoronarse, no supo adaptarse a nuevas situaciones, y empezó a decaer poco a poco, por no saber administrarse y tratar de mantener un estatus, en vez de retroceder un poco para agarrar más fuerza, prefirió seguir adelante hasta que el motor de su éxito fue fundido. Cuando se encontraba a punto de caer, Luis al saber lo que sucedía, porque el mismo ya lo había vivido sin que ella lo supiera, trato de aconsejarla, ella pensó que un ayudante de mecánica que podía saber de su situación, asistió sonriente para que se callara, y siguió su rumbo. Un día, Luis la invito a salir, ella acepto, fueron a aquella playa, en la que Delia años después lo esperaba, hicieron el amor como nunca lo habían sentido; realmente fue agobiantemente, con el dolor placentero que dan los orgasmos múltiples, y con el sudor final que da el licor cuando es bebido en el cuerpo de la pareja que se ama.

Los encuentros a partir de allí fueron constantes e innumerables, era la salida que permitía poder soportar un día más de trabajo inconforme y de nuevos retos que llevaban al fracaso. A pesar de todo, Luis siempre trato de mantenerse como un ayudante de mecánico en esa época, no deseaba estresarse, solo deseaba tomar la suficiente madurez y calma para poder enfrentar un nuevo reto. Delia decaía poco a poco, pero en ese corto tiempo en el cual Luis fue su acompañante, freno su caída, de hecho pudo agarrar un poco de impulso muy improbable en su sistema de decisiones. Un día, la vieron salir de aquel motel donde se había pautado su encuentro, donde hacían sexo, y hablaban de su día a día como cualquier pareja de años. Empezó un chisme en el círculo de amistades de Delia, al final, era inconcebible para la sociedad que ella estuviera con aquel ayudante de mecánico, cuando su novio de turno era un hombre “exitoso” y sus amistades eran prioritarias.

Solo pasó una semana desde ese día, para resumir, Delia humillo a Luis, lo enterró en el olvido, lo dejo sin una sola opción, sin que él pudiera enseñarle que era realmente importante en esta vida meramente terrenal. El la busco un tiempo, pero ella nunca respondió, lo evadía, lo insultaba y los rechazaba sin motivo, Luis entendió que ella se avergonzaba de él, unos meses más tarde, recibió una propuesta de trabajo en el exterior, se fue, la dejo tranquila, en aquellos lares, empezó a comercializar con un buen proveedor, y en un tiempo relativamente corto, empezó a exportar a nivel latinoamericano los productos de aquel proveedor chino con total exclusividad, nunca perdió la fe, ni la humildad, y aunque había logrado una pequeña fortuna, sabía muy bien que podría perderla de la noche a la mañana, así que su forma de vida cambio solo en forma mínima. Realmente quien no estuviera en su círculo más cercano, no podía saber realmente que Luis había superado con creces sus problemas económicos.

Por otro lado, Delia, en unos años después de haber terminado con Luis, termino en la quiebra, los acreedores vinieron a cobrar, se llevaron lo poco que quedaba, la cartera de clientes fue perdida por unas cuantas campañas erradas; su vida se fue a pique. Quedó prácticamente en la calle, su “novio adecuado” y sus “amistades verdaderas” poco a poco le dieron la espalda. El apartamento que tenía tuvo que ser vendido para poder pagar deudas, igual el carro, solo le quedo un poco de dinero para poder comprar un anexo en una zona popular y poder comprar un Chevette 81, el cual utilizaba para ir a trabajar en aquel pequeño puesto de dulces que había montado en un mercado popular. La vida la había bajado de un sopetón, pero por lo menos pudo bandearse para no tocar el fondo absoluto; como lo había tocado Luis sin ella saberlo. Delia había llegado al momento de vivir el día, solo el dia para comprar el alimento, estaba sobreviviendo.

Unos años más tarde, cuando ya las arrugas empezaban a dibujar sus rostros, Luis volvió a aquellas tierras, aun amando a Delia. Investigo, supo dónde estaba, llego a aquel lugar vestido con aquel traje de ayudante de mecánico guardado años atrás con recelo para saber de dónde había renacido. Lo uso para que Delia pensará que aún estaba con el mismo trabajo. La invito a aquella playa, ella espero paciente en aquel tronco, y luego de hablar, pudieron volver a amarse, pero Luis nunca le contó su situación actual, insistió que seguía siendo un simple ayudante de mecánico, ella le creyó. Cuando había llegado el momento el sacó un anillo de su bolsillo, muy humilde, hecho en plata, y de un grosor muy delgado, se arrodillo y le pidió matrimonio, le suplicaba que por favor, lo aceptará, que murieran juntos, que esa soledad que a ambos agobiaba terminara así fuese hasta el final de sus días. Ella, a pesar de todo, se burló en su cara, no se veía casada con un ayudante de mecánico a pesar de ella misma haber probado en amargo sabor del fracaso. El lloró frente a ella, le suplico que por favor lo pensara bien, y dejo aquel anillo encima de aquel tronco y se fue. Ella duro un rato allí sentada, veía el anillo, lo colocaba en su dedo, realmente le parecía hermoso, porque fue el único anillo que había recibido con amor.

Al final ella lo dejo sobre aquel tronco, y se fue de aquel lugar, al día siguiente, Luis, que se alojaba en un hotel cercano a aquel lugar, fue a recordar viejos momentos en aquel sitio. Al ver el anillo allí abandonado, lo guardo en su bolsillo. Fue a aquel mercado, donde Delia vendía sus dulces criollos, y volvió a decirle, una última vez, le contó la historia de aquel anillo, que había sido comprado hace años dos días antes que ella lo humillarla por no ser una persona adinerada: ---“Pues amigo, lamentablemente usted no puede aspirar a tanto, si me caes bien y eso, pero hasta allí. Eres y siempre serás un simple ayudante de mecánico, y de allí nunca saldrás. Así que déjame en paz, lo peor que sucedió en mi vida fue conocerte.”--- dijo Delia, que aunque lo amaba, aun su mente débil dominaba a su corazón noble. Luis la miró decepcionado, le dijo que si deseaba verle, que por favor, lo buscará en el sitio en el que ella lo había conocido; en aquel taller mecánico.

Unos meses después, fue a visitarle, a buscarlo, porque lo amaba, no deseaba aceptar su propuesta, solo deseaba su ración de sexo amoroso que le curara su depresión unos días más. Al llegar allá, al preguntar por él, le contaron la situación, él se encontraba viviendo en el extranjero, desde hace muchos años, la oficina local de su empresa era uno de los primeros proveedores del taller, le facilitaron un número telefónico. En ese momento se dio cuenta del “amor” que sentía por Luis, empezó a buscarlo incansablemente, hasta que supo donde quedaba la principal oficina de la compañía, no tenía suficiente dinero, así que vendió aquel carro viejo y compro un boleto de avión, sólo de ida, porque no le hacía falta volver, al final, Luis estaba locamente enamorada de ella, vendió su local, vendió su casa, compro un boleto en primera clase, y viajo a aquel ciudad cosmopolita, llego cansada, busco el hotel más caro, al final, eso que llevaba en sus bolsillo era nada con lo que recibiría, ya se había gastado casi todos sus ahorros en idioteces, compro perfumes, ropa que no podía pagarse, y unos tacones glamorosos de algún diseñador de moda.

Al llegar a aquella compañía, la recepcionista pensó que podría ser algún cliente de la empresa y la dejo pasar, le dijo en donde quedaba la oficina de Luis y le dio acceso a aquel piso de oficinas. Al llegar a la oficina de Luis, su corazón palpitaba, estaba a punto de cumplir su sueño. El la recibió con una sonrisa en sus labios, más que sincera, una sonrisa pícara,  maliciosa. Ella habló, y hablo por casi media hora. El saco un anillo que tenía guardado en el escritorio, le pregunto si ese si le gustaba, ella asistió y lloro de la emoción, era perfecto, de oro puro, con un diamante gigante, guardado en una caja cubierta de terciopelo vinotinto; era perfecto. Le preguntó si lo quería, ella le dijo: ---“Obvio que si”---. Entonces le dijo: ---“Ve a Buscarlo”--- y lo tiro por la ventana de aquel edificio. Delia quedó atónita,  él le pidió educadamente que se fuera de allí,  que por favor, volviera a su ciudad, siguiera con su vida como había seguido, que por favor, hiciera como había hecho todo ese tiempo; ignorar su existencia.

Al escuchar esas palabras, y al darse cuenta que se encontraba sin nada, ni siquiera un pasaje de vuelta, ni donde llegar si volviera, ni nada, salió corriendo a tratar de buscar aquel anillo que Luis había botado por la ventana; no lo consiguió. Días después, humillada, teniendo que dormir algunas veces en alguna banca de alguna plaza pública y comer de la basura en aquel país extranjero donde nadie le ofrecía un trabajo por su avanzada edad, decidió volver a donde Luis, le conto su situación, le rogo que por favor le ayudara, que estaba allí por él. El como un último acto de amor y compasión por ella, le pago un boleto de vuelta a su ciudad, le ayudo con unos meses de alquiler en un pequeño apartamento, y llamo a aquel taller mecánico donde ella lo conoció, allí necesitaban una señora de servicio, ella sin poder optar otra cosa, aceptó el empleo, y volvió con su rabo entre la piernas. Trabajo en ese lugar hasta el final de sus días, al caer enferma y no poder trabajar igual seguía recibiendo su sueldo. Luis siguió pagándolo en secreto a través del dueño que aquel taller junto con el alquiler de su vivienda. Al morir, sola en aquel lugar, el pago su funeral, busco un sitio tranquilo para su descanso, y coloco a su lado una fosa vacía, para aguardar al menos en su muerte, la eternidad juntos en su eterno reposo. 

martes, 10 de septiembre de 2013

Un superheroe cualquiera

Como todo superhéroe su vida giraba en querer hacer siempre el bien a la mayor cantidad de personas, tenía o por lo menos creía que tenía todas las herramientas necesarias para poder realizar su tarea. En estos individuos siempre se repiten el mismo patrón de poderes: podía volar, ver a través de las paredes, vista laser, capacidad de respirar bajo el agua, y otra cantidad de sorprendentes dones que por mera casualidad habían sido colocados en un individuo con poca capacidad mental y poca prudencia para consigo mismo, causada por la confianza extrema que le daba su gran fuerza.

Pero nadie escapa de la que es en verdad su verdadera debilidad, algunos los llaman amor, para aquel superhéroe su debilidad tenía un nombre más personal: Raquel, una hermosa chica de unos veintitantos recién cumplidos, que al mirarlo hacia que su corazón palpitara de una manera tan rápida que el vuelo de un colibrí sonaba lento. Con su hermosa piel blanca con pecas escasas hacia que su libido disparara una erección incontrolable, y aún más importante, sin importar que fuerte fuera, siempre se sentía sumamente pequeño ante aquel espectáculo de hormonas que le eran disparadas a su cerebro cada vez que tenía la oportunidad de sentir su aroma.

Sus facultades cada vez que estaba cerca de aquel hermoso tormento se venían comprometidas, porque por extraño que pareciera, podía detener la explosión de un misil sólo con su pulgar, pero no podía detener su idiota sonrisa cada vez que la veía pasar. Entonces sentía una gran confusión, se preguntaba ¿Qué debía hacer? ¿Debía colocar lo que sentía a un lado, y colocar el bien de los demás por encima del suyo propio? Aunque estaba dispuesto a entregar su vida noblemente por una noble causa ¿Sería capaz de hacerlo, sabiendo que su hermosa Raquel se encontraría solitaria en este mundo lleno de inconstantes peligros? Entonces el futuro de la humanidad terminó resumiéndose en una decisión que para él jamás fue obvia.

No podía soportar tantos pensamientos ahogando su mente corta de ideas, necesitaba descansar, buscar un sitio en el cual poder sentir libertad de nuevo, porque lo que el sentía, y que no tenía más nombre que el de aquella mujer, debía ser erradicado de su alma para poder  seguir cumpliendo su destino, que aunque lleno de desdicha, era el que había sido escrito en algún momento por esos niños malcriados que se encargan de llevar el destino del mundo. Encontró un lugar solitario, donde su ayuda era necesaria, y podía olvidar sin hacer grandes esfuerzos, ya que mantendría su mente ocupada tratando de mantenerse vivo, aunque no pudiese morir. Llevó su imprudencia al límite, pensó una y otra vez que sus lágrimas podrían matarlo, pero sólo limpiaban su espíritu, descubría la verdad humana en su corazón de piedra, que cada vez que se imaginaba sin ella se ablandaba un poco más. Al contrario de lo que pensó, sus poderes iban desvaneciéndose; pero a pesar de perder sus grandes dones, jamás se había sentido tan libre en toda su existencia.

Sintió que era el momento de volver a la realidad, siendo un hombre normal, con grandes esperanzas de vivir de forma aburrida, con su cuerpo ya envejecido por los años sin sus dones, para malgastar su hígado con licor barato y sus pulmones con polución y cigarrillos; como lo hacía la gente normal. Al llegar algunas personas le reconocieron inmediatamente, a pesar de su rostro malgastado por los años, pero él no reconoció a nadie, a él realmente no le importaba nadie, a pesar de haber pasado muchas décadas de su existencia tratando de ser el mejor superhéroe de aquella ciudad mal agradecida. Llegó a su viejo departamento, y con una cubeta de metal quemó todos aquellos recuerdos que alguna vez habían sido importantes. Hasta que llego una pequeña carta que alguna vez había escrito para Raquel, en ella expresaba lo que sentía, porque jamás había sido lo suficientemente valiente de expresarle sus sentimientos, a pesar que ella esperaba que él lo hiciera para entregarse en una noche de sexo sin sentido, orgasmos melancólicos, e intercambio de flujos genitales.

Todo aquello por lo que había luchado por olvidar realmente no había sido olvidados, sólo había apagado su corazón para no sentir más dolor sin sentido, un sufrimiento que claramente él había decidido sentir. Y mientras su corazón despertaba, sentía como sus poderes volvían, como su alma volvía a llenarse de compasión, como sus manos recuperaban la fuerza necesaria, como su cuerpo rejuvenecia de forma acelerada. Era un hombre nuevo, que se había dado cuenta que su potencial es único, como el de todos los humanos del mundo y debía utilizarlo para el bien. Pero esta vez, no podía permitirse luchar sin que Raquel estuviese a su lado, así tuviera que pelear sin poderes, era preferible pensar día tras día que su fragilidad se debía a que todas las noches recibiría un beso de su tormento, a que sería inmortal sin tener lo único que realmente importa en la existencia; el calor de una familia.

Entonces fue volando hasta la ventana de la habitación donde bien sabia ella dormía, para esperarla y así cumplir su destino. Al llegar lógicamente allí se encontraba, estaba en una cama acostada, conectada a varios aparatos que la mantenían con vida artificial; estaba llegando a sus 86 años, y sabía que le quedaban unas horas de vida. Así que al ver a aquel héroe, su corazón tembló de alegría, y por unos minutos pudo este latir sin ayuda de aquella máquina.

El sólo se paró a un lado de su cama, y aquello que lo hacía débil por no querer aceptar su destino, esta vez lo hacía mucho más fuerte, más confiable. La miró fijamente, ella también a él, y en ningún momento cruzaron una palabra. Sólo tomó su mano esperando que un milagro ocurriese, que tal vez estuviera escrito en el destino, que ella se levantara de esa cama y recuperara su juventud, y volver a aquella época en la que podía haberlo amado con locura. 

Pero las cosas jamás suceden como se quiere, suceden como deben ser, entonces, en un momento de debilidad botó una lagrima, la cual cayó en la mano de Raquel, destrozándola, lo que era uno de sus dones en este momento de convertía en una de sus peores pesadillas, sus lágrimas tenía la capacidad de desintegrar todo lo que tocaran; calcino el cuerpo de Raquel en menos de 3 segundos, quedando allí sus cenizas solamente.

Toda su vida paso por su mente en ese momento, se sintió paralizado, incapaz, ninguno de los dones con los que había sido bendecido lo ayudaría a sentirse mejor. Estaba lleno de impotencia, rabia, de todos los sentimientos de odio que se pudieran sentir; debía tranquilizarse pero el sentimiento era más grande que la voluntad. Algunas personas al sentir esta impotencia, revientan cosas, todo lo que tengan a su alcance, posiblemente sea la única forma de poder expresar su ira. ¿Cómo podría expresar su ira un ser como este individuo? ¿Rompiendo una ciudad? Pues reventó algunos edificios, mato de forma muy sangrienta a algunos personajes secundarios de esta historia, pero luego de observarse, de bajar un poco su impotencia se dio cuenta que estaba actuando de manera equivocada.

Ya estaba cansado de vivir sin sentido, de no conseguir nada que lo complementara; había decidido acabar con su vida. Pero, ¿Cómo hace un superhéroe para suicidarse? Intentó muchas formas, intentó ahogarse, quemarse en un volcán, salir al espacio, congelarse en el polo norte, pero aunque logró hacerse mucho daño, ninguna acabó con su vida.

Entonces muchas décadas después de luchar contra sí mismo y vivir en una desidia auto aplicada, recordó algo importante, en un pasado, su única debilidad fue Raquel, era el único componente que lo volvía humano, frágil, volvia su cuerpo volatil, y hacia que las ideas que en su mente ya eran escasas, fueran aún más dificiles de conseguir. Se dedicó a buscar sus cenizas, aquellas que habían quedado en aquel accidente que había destruido a su ser amado. Efectivamente las consiguió, las robo de aquel lugar sagrado que sus familiares habían elegido para su descanso eterno, entonces las acercó a su nariz, y como era su costumbre, sin pensarlo mucho la aspiró, como un cocainómano hace con su elixir, pero nada sucedió, esa no era la respuesta.

Entonces empezó a analizar la situación, pudo darse cuenta de su verdadera debilidad: cuando sentía temor e inseguridad para hablarle, era débil, todo su potencial se desvanecía, pero cuando sentía seguridad y estaba decidido a actuar en pro de sus intereses sus poderes aumentaban. Todo se resumía a una sola cosa: él era quien ponía sus límites, quien elegia si era débil o fuerte, él era su propia debilidad y fortaleza. Pero también al darse cuenta de eso, ya le era imposible poder sentirse débil, pensó que jamás podría morir.

Entonces se mudó a alguna ciudad asiática, y aprendió a vivir como uno más de aquellos sitios. Ya no sentía la responsabilidad de proteger a nadie, porque cada quien es quien escribe su destino.




viernes, 12 de octubre de 2012

Pasión sin Compresión

Con unas palabras cualquieras ponía fin a su entorno de inconformismo, aquel que bien sabia ella misma se había conseguido. En el soledad de una botella de vino, encontraba aquella compañía que siempre había buscado; aquella que podía entenderla a la perfección. Había descifrado algunas normas morales del entorno que la rodeaba, por lo tanto era probable que en sus veintisiete años creyese que el mundo podía tener a sus pies; no podía encontrarse más hundida en su abismo mental. Una rosa marchita le recordaba aquel primer amor, ese que dio la primera experiencia a su esencia, ese que siempre recordara y que hará posible encontrar en el fondo de su mente; una lágrima amarga guardada con recelo. Tenía sus formas de meditar, es cierto, pero prefería llamarlos métodos de concentración, meditar por alguna extraña razón le parecía un enlace a la masturbación. 

Una lágrima corrió por su mejilla, probó el sabor de su tristeza pareciéndole esta vez un poco salado y sin olor, había llegado el momento, debía realizar aquella acción para cerrar aquel capitulo abierto en su vida cuando fue rechazada por aquel que ella creyó el amor de su vida, ese que siempre sucede intensamente en tres días, limite suficiente para amar con pasión. Tomó su celular, y en aquella agenda de números con nombres guardados sin rostros recordables, encontró aquel numero que había pensado haber borrado en uno de sus despechos silenciosos, llamó sin dudarlo; cuales fueron sus palabras seria hacer un dialogo sin sentido, la única frase recordable seria: ---Recuerde, en mi casa siempre encontrara una botella de ron para beber, un espacio en mi cama solitaria, y un condón para evitar remordimientos--- aquel aceptó la propuesta porque como todo ser intenso, esperaba algo que cámbiese su destino esa noche, para evitar caer por lo menos una vez en la monotonía de aquella también solitaria existencia. 

En un tiempo de su pasado, cuando el destino inexistente había jugado las cartas de azar, los había encontrado en el momento indicado. Una vacación de verano, en una playa cualquiera con un sol incipiente y como único medio social aceptable, el alcohol vaciaba su libido existencial; allí se encontraba con su mejor amiga, ya que este hombre era el único heterosexual capaz de poseer una amiga sin intenciones sexuales, y se encontraba aquella que por primera vez se unía al grupo, la protagonista de esta historia; su nombre era Laura. Serian unas vacaciones cualquieras, era el momento de sexo sin responsabilidad, maldades fuera de contexto en otras situaciones, y como era de costumbre en ese grupo, comentarios ácidos y sin tabúes a cualquiera que se lo mereciera. Ellos se conocían de vista, pero sus rostros habían olvidado, además habían utilizado etiquetas imbéciles evitar cruzar una palabras; seguramente no era el momento. Por lo tanto era el momento de disfrutar aquella semana certera, como cualquier otra en las cuales se tendrán recuerdos vagos de los acontecimientos allí sucedidos. 

En realidad no había cruzado palabras, un “hola” había sido suficiente para conocer sus nombres, para apartar un espacio en la memoria a largo plazo que siempre es aceptable para recordar la imagen de alguien acabado de conocer; aunque ella si recordaba el rostro de Oscar, en un pasado de ese pasado, habían sido presentados pero por su forma de mirar le pareció un tonto. Justamente habían pasado ya tres días de aquella semana, con los acontecimientos normales de toda vacación juvenil, tres días en los que las miradas habían hablado entre ellos, mucho más que las palabras de su poca creatividad etílica; entonces había llegado tal vez sin desearlo el momento de encontrarse en la misma cama. No era sexo lo que debía suceder, tres días extremos llevan a un cansancio extremo, no había más habitación, debían dormir en la misma cama. Para que caer en detalles que sólo llenaran el morbo, paso lo que tenía que suceder, fue agradable para ambos, aunque él se sentía incomodo con uno o dos aspectos de aquella relación intima, los dejó pasar, pensó seguramente que luego de aquel encuentro no volverían a cruzar palabra; equivocándose sin duda. 

Empezaron las palabras incomodas al principio: los “hola” sonrojados, el pudor idiota de medir los comentarios, la incomodidad momentánea de abrir la personalidad sin escudo a la otra persona, el verdadero motivo aceptable para cambiar el nombre de sexo a “hacer el amor”, por muy cursi que suene. Se encontraron muy compatibles, tanto que aun luego de haber repetido su acto de pasión otras veces, aun lograban sentir esa sensación al llegar al orgasmo, esa que los hacía sentir como en un vacio imbécil sin pensamientos, donde por menos de diez segundos, olvidaban todo su entorno dejándose llenar de esa sensación relajante, esa que los hacía sentir en la cima del mundo; aunque nunca desaparecieron esas dos o tres incomodidades para Oscar, de hecho, su corazón le haría una mala jugada. 

Su mejor amiga, Juliana, se acercaba y declaraba su amor sincero, silencioso, extravagante. Ese que se había guardado para ella, y con recelo mostraba un poco a su amante mental, disfrazado de la figura de Oscar; en cierto sentido su mujer mental también se encontraba vestida con el cuerpo de ella. Fue inevitable, al besarla por mucho que lo deseo no pudo detenerse, ambos se entregaban sin temor a lo inevitable, sin temor al dolor ya sentido, sintiendo la inocencia perdida ya años atrás que sabían y bien conocían, debían volver a sentir para poder amar nuevamente. El sexo fue inevitable, la entrega fue total, por supuesto hasta que sus cuerpos permitieron esa entrega, y así se repitió una y otra vez sin querer detenerse, porque cada vez que tan retardado orgasmo llegaba un poco de uno entraba en el otro, esto lo hacía el peor de sus vicios, el peor de sus incongruencias; Laura se encontraba fuera de este contexto, Oscar no sentía esas incomodidades con el sexo de Juliana. 

Así que de la forma más sensata, decidieron que una relación de exclusividad sexual era relevante, al final, así serian más felices que buscando sexo casual que terminaría siendo incomodo, y seguramente diera un impulso vago para seguir adelante en una vida solitaria, incomoda, llena de metas sin cumplir, y de vacaciones que jamás recordarían. En Oscar, siempre el recuerdo estaría y aunque sintió despecho, lo que encontraba era suficiente pago para su tristeza; aunque llegó a pensarlo, no le prestó atención, Juliana y él jamás podrían tener un noviazgo normal, ambos compartían desde años atrás el mismo apartamento, aunque pensó que seguramente sería algo parecido pero esta vez con deberes maritales, esto haría ahogar a su relación. 

Por su parte, Laura moría en sus propios conflictos, el único hombre que había amado en su vida, la cambiaba como un papel barato en el cual pudo limpiar su pene sin obtener ningún pago a cambio. Lloró, si que lloró, no sólo perdía a Oscar, sino también a Juliana, su mejor amiga, aquella que siempre le prestaba su hombro para un abrazo cuando su corazón intenso se equivocaba de nuevo; esta vez no encontraría ese apoyo. Aunque era fuerte no tenia tal fortaleza para poder ver aquella felicidad ajena que podría ser suya, decidió inteligentemente buscar en otra parte aquello que allí había perdido, ya que lo que conocía como vida había sido destruido. Deambuló por toda aquella ciudad noche, tras noche, tras noche, entrando en distintas camas con sólo un trago como pago, trataba de encontrar aquella sensación que había conocido en aquellas vacaciones playeras, y que le había sido arrebatada de la peor manera, pero jamás pudo encontrar algo parecido; aunque también encontró hombros en los cuales apoyarse, ninguno fue tan sólido como el de Juliana, se había derrumbado su mundo, y negándose esto, día tras día se lamentaba de su perdida. 

Un día logro encontrar a alguien, aprendió a quererlo ya que su querer no podía ser espontaneo, pero aun guardaba en su mente y porque no, en su esencia aquellas noches de sexo sin sentido que Oscar le propiciaba, así que en una de esas redes sociales buscó su rostro por mera casualidad, se dio cuenta que luego de tres años de relación, como cualquier pareja habían encontrado problemas y habían roto, volviendo de nuevo sus camas solitarias. Era el momento preciso, por eso tomó el teléfono, por eso fueron sus palabras tan directas, no había otra forma de pedir lo que deseaba. Así el llegó, charlaron, el sexo llegaría de ser necesario, pero Laura necesitaba expresar con su cuerpo lo que con sus palabras evitaba decir. En cierta forma, aquello que a él molesto de manera leve esta vez eran defectos garrafales en una persona, unos que no podía aceptar, así que prestó su cuerpo a aquella relación vacía para poder ayudar a su alguna vez amor compartido, pero ella sintió que el placer no era el mismo, el sexo ejecutaba sin sentido, sin excitación, y aun mas importante, sin pasión. Sin cruzar una palabra más, Oscar desapareció a tratar de remendar su vida, cosa que sin quererlo lo dirigiría directo de nuevo al amor de su vida, Juliana. Laura lloró su perdida, no encontraba salida, todo aquello por lo que había vivido sin esperarlo esos tres años era derrumbado, no encontraba razones para vivir, había llegado el momento de tomar la decisión más importante de su vida; pero al contrario, ya a sus ochenta años en una cama solitaria cuando moría agonizante de una enfermedad terminal, se dio cuenta que era el momento de perdonar, murió tranquila, sin remordimientos, amando en silencio; aunque siempre con la duda de saber cual era ese defecto que atormentaba al ya rostro olvidado de Oscar, jamás lo supo.

jueves, 11 de octubre de 2012

La Medicina Inconfortable

Se preguntaba sin cesar, “¿Por qué mi corazón será tan dócil?” Cumplía con una premisa necesaria: mientras más heridas recibía menos se negaba a volverse a enamorar. Aunque muchos lo tildaban de caprichoso él bien se conocía, sabía sin dudarlo que esa intensidad de sentir era la misma que lo mantenía vivo día a día. En un momento de su pasado, cuando vivir en un mundo que estaba hecho para sus semejantes opuestos, se dio cuenta que esa intensidad debía ser drenada si deseaba encajar en aquel sistema que jamás le interesó, así que encontró su propia vía de escape, la pintura. En ella podía expresar sin temor lo que pensaba, sin temor a repercusiones insolentes, sin tabúes imbéciles; no era nada improbable, al final, fue la única forma en la que su alma pudo sentirse feliz. 

No tenía más musa que su creatividad, no poseía más amigos que si mismo, de allí provenía el gran valor que le daba a la amistad. Era un trabajo arduo, donde la soledad de un lienzo y un pincel debían expresar cosas jamás pensadas, pero como él era su mejor amigo, como era su mejor medio de diversión, lo hacía con la mayor de las felicidades, sin importar jamás que pensaran los demás; por lo tanto razonablemente dedujo: “idiota es aquel que juzga sin ser capaz de juzgarse a sí mismo”. Pero aunque no creyese en el destino, este siempre utilizaba artimañas para mostrarle que su presencia allí estaba; para él era una guerra existencial, disfrutaba imaginarse que el destino era una persona cualquiera, a la cual podía decirle mientras la miraba a los ojos que su existencia, no era más que la creación de aquellos que necesitan algo o alguien a quien echarle la culpa por sus decisiones erróneamente tomadas. 

Se encontraba en su zona segura, de ella no deseaba salir, en ella podía pintar, charlar con sí mismo, obtener uno que otro amigo hipócrita, y tener sexo de fin de semana con una novia con la cual sólo podía compartir una sonrisa, porque a pesar de haber aprendido a amarla, en su subconsciente hipócritamente ocultaba la espina de la incompatibilidad, esa que se había encargado de hacer un gran daño a su musa. Así que, luego de un tiempo de caer en la rutina invariable de su zona segura, por más que lo intentaba no podía pintar; sólo pinturas mediocres y carentes de profundidad eran expresadas por su pincel, ya que le había llegado el momento de su cambio, su esencia a gritos se lo pedía. ¿Para qué dejar su espacio seguro?, bien sabía que era lo único que a su vida le había llegado sin hacer un mínimo esfuerzo, lo comparaba como a una persona que se gana el premio gordo de la lotería y renuncia a ello sin motivo; era estúpido, pero tal vez debía serlo ya que estaba cansado de observar todo aquello que lo hacía medianamente feliz. 

Así que dibujó su última pintura, por lo menos conocida, con toda su creatividad activada, con todas sus fuerzas puestas en ella, utilizando como un impulso adicional su rabia tajante y su inconformismo imprudente para diseñarla. Era hermosa, una verdadera obra maestra sin defecto, la más perfecta jamás conocida; pero como era de esperarse de aquel individuo, luego de admirarla y reconocerla como su obra maestra, volvió a admirarla mientras en el fuego se disolvía; ese que el mismo había ocasionado. No estaba dispuesto a que nadie criticara su mejor creación, que seguramente un mediocre que sólo servía para observar destruyera con la peor de las armas, una palabra, todo aquello que lo llegó a representar. 

Aunque lloró mentalmente de forma inconsolable no había vuelta atrás en su decisión, era el momento de dar fin a su zona de seguridad. Así que, sin despedirse de nadie, ni de sus amigos, ni de su desahogo sexual, tomó el morral más deteriorado que tenia, ya que este era el único que podía representarlo en ese momento, y lo lleno con unas pertenencias bien seleccionadas, tomó el dinero justamente necesario para llegar a su destino, su pasaporte y fue al aeropuerto, compró un boleto a la primera ciudad a la cual no necesitara visa, y se fue con una sonrisa, porque de nuevo sentía a su corazón en su pecho, sentía haber resucitado. Y allá en una ciudad desconocida, llena de desconocidos con un idioma jamás escuchado para sus oídos, pudo sentirse libre de nuevo, porque aunque no tenía ningún tipo de comodidad material, podía sonreír felizmente; le había ganado su dilema al destino. 

martes, 9 de octubre de 2012

El Ritual del Olvido


     Por el bosque caminó siempre buscando el destino que le había sido arrebatado aquella tarde de abril. Una lágrima por su mejilla, le hacia recordar momentos que desearía haber dejado en el pasado, y aunque bien sabía que debía buscar tranquilamente ese destino que ya había escrito con su propia sangre, no se encontraba seguro si era el camino correcto. Sólo se dedicó a observar su alrededor, a tratar de meditar como años atrás lo había aprendido a hacer pero que había olvidado su objeto, a tratar de pensar en lo que ya estaba hecho; era el momento de reaccionar, de vivir en el presente.

     Al final de cuentas siempre los seres mágicos tienen formas mágicas de pensar, trataba de analizar el porque de su cruel presente. Era la única manera de poder salvar algo de ella, de aquel bello espécimen que había observado durante años en absoluto silencio, tanto físico como espiritual, y realizar aquel ritual de limpieza que acabaría con su propia vida de la manera mas dolorosa posible.

     Camino con temor, pero a la vez lleno de valentía porque bien sabia que era la única salida para sus verdaderos deseos. Cuando se inicio en las artes de la magia simplemente lo guiaba su gran deseo de poder, nunca se imagino que al contrario terminaría esclavizado al verdadero amor. Llegó al sitio pautado, abrió aquel libro con gran respeto, y empezó el ritual al cual estaba destinado.

   Este era un ritual diferente a todos los que se encontraba acostumbrado, generalmente llenos de sexo sin sentido y masturbación colectiva, este le permitiría observar cinco segundo antes de su muerte cual fue el error cometido, y así a cambio de su vida, su ser complementario podría vivir tranquilamente, sin recordarlo, sin sufrir por haberlo perdido, ya que lo que nunca se tuvo, jamas hizo falta.

    Entonces, mientras las palabras y las pociones preparadas iban mezclándose en las porciones exactas, sentía como su cuerpo iba muriendo, y su alma era cobrada como paga por aquel acto de injuria, aunque sentía que era lo correcto, era el pago por haber hecho que botara una lágrima cuando prometió jamas hacerlo.

    Ya cuando aspiraba su última porción de aire, pudo darse cuenta de lo equivocado que estuvo, que jamas podría ser feliz, así el no estuviese, porque su destino era guiarla por caminos desconocidos, no por los que el creyera seguros. Su muerte fue en vano, su alma se perdió en el olvido.