Ya habían pasado varios años desde su último encuentro, era
una relación complicada, unas de esas que nadie entiende, ni siquiera los
involucrados; pero las que dan inspiración a los artistas a realizar sus obras.
En aquel tronco inamovible de aquella playa guaireña aguardaba desde horas de
la mañana, llevaba aquel mismo bañador que había utilizado el día que borracha
se entregó a aquel hombre que creía que nunca podría amar “por no ser como
ella”, por hacerse preguntas como: ¿Será posible que pueda enamorarme de aquel
ayudante mediocre de mecánico? ¿Siempre está sucio, que le diré a mis
amistades? Y bla bla bla. Generalmente, se preocupaba por las opiniones de
personas que solo dan “criticas sinceras” llenas de hipocresías e inseguridades
personales, aquellas opiniones que, sólo debemos escuchar e ignorar sin darle
importancia. Al final, hoy te aman y te quieren, mañana, cuando ya no les seas
útil, te rechazaran. Y si lees estas palabras y crees que esto no aplica a ti
porque no fracasarás, solo puedo decirte que eres una persona aburrida, y no te
estas arriesgando lo suficiente; el éxito es simplemente el resultado de
múltiples fracasos.
En aquella playa esperaba, muchos años después, cuando al
final, después de tantas estupidez humana se había percatado que lo que tiene
que suceder sucederá, y por más que se resista,
no podrá contra ello. Esta historia empieza un tiempo atrás, cuando
“eran diferentes”, o al menos así se repetía de forma constante, sin darse
cuenta que su historia es tan insignificante como esos granos de arena que en
ese momento pisaban sus pies. En aquella época, seguramente pisando sus 30
años, se encontraba aquella dama, en pleno apogeo de su carrera, una publicista
exitosa, con más de 50 campañas en la carpeta corporativa de su pequeña compañía,
con más 300 botellas de su vino favorito que su hígado había convertido en
glucosa de la misma forma que lo haría con el cocuy más barato, con más de 80
números de contactos para contratos con el gobierno de turno, y más
desilusiones amorosas de las que podrían contarse como normales.
Era el momento del mantenimiento de su vehículo de turno,
seguramente el mejor equipado y el más elegante colocado en las manos de una
persona con más estatus que cerebro emocional, elegido astutamente por un viejo
vendedor que sabe mejores técnicas de ventas que aquella publicista exitosa,
para que sea pagada por cómodas cuotas en su tarjeta de crédito.
Aquel joven, capaz también de unos trientatos o menos, que
después de múltiples fracasos, con ideas comerciales que por estar seguramente
adelantado a su época, posiblemente por falta de constancia o por no saber
colocar el producto en el target adecuado; habían quebrado, para poder resolver
consiguió aquel trabajo, siempre con optimismo, sabiendo sin saberlo, que todo
fracaso es una nueva experiencia, que todo nuevo comienzo es una nueva manera
de comenzar, sin cometer los errores que te hundieron en tus propios
excrementos mentales.
Este último fracaso fue fatal, todos dieron la espalda a
aquel emprendedor optimista llamándole fracasado como insulto, y deseando que
eel mismo fuese eterno, para que en sus reuniones anuales tener de quien
hablar y rematar la conversación con el típico: “yo se lo dije, debía seguir en
su trabajo, aunque ganara poquito pues era seguro, tenía su vejez asegurada, no
podía fracasar” en fin, todas las idioteces que piensan que el éxito no puede
estar acompañado del fracaso, cuando realmente la diferencia de ambas
situaciones es mínima. En resumen, su optimismo se había mantenido intacto, en
ese momento estaba seco de ideas, pero estaba seguro que pronto alguna tendría,
y que sería la definitiva, así debía ser.
Justamente, Delia, la protagonista de esta historia, entraba
por aquella puerta manejando su flamante vehículo, para
Luis, el mediocre ayudante de mecánico, era su primer cliente. Esperaba
ansioso, al ver bajar a aquella dama de aquel auto su corazón empezó a
latir de manera descontrolada, al final, era un hombre de riesgos, y Delia era
un riesgo que deseaba correr. Conocía bien su situación, en ese momento él
estaba prácticamente en la calle, viviendo en una pensión de mala muerte de los
lados de la plaza la concordia, donde debía dormir cuidando sus zapatos para
que no fuesen robados por “su room mate” de turno, donde se pagaba la
habitación por día, en el que sus pasillos desde la entrada hasta la salida
olían a sexo rancio y barato, y el despertador propicio era el gemido sexual de
alguna piedrera que había sido enamorada por un mendigo de semáforo, y luego de
sacar sus cuentas, haber bebido románticamente una botellas de caña clara, y
haber hecho el ridículo lo suficiente había sobrado algo “para el hotel” e ir a
amarse locamente hasta que el efecto de la piedra barata y el licor de
laboratorio sin añejar dejara de hacer su efecto, y en la mañana no se
reconocieran el uno al otro y empezarán a terminar su pequeña historia de amor
con una pelea de navajas carceleras.
Esa era la situación de Luis, lamentablemente había caído
bajo, pero su mente seguía lucida, aunque todas las noches lloraba un poco, no
se decaía, simplemente agarraba más fuerza. La razón por la que había terminado
tan sólo, fracasado y mediocre, no vale la pena narrarla, simples traiciones,
descuidos por bien intencionado. Al ver bajar a Delia de aquel vehículo, no le
importó ni su carro, ni su ropa, o como estaba vestida, que marca era su
perfume y cuantos números tenía en su cuenta, y tampoco su belleza física, que
está de más decir, era mucha, eso nunca fue importante; para Luis que jamás se
consideró pobre, sólo sin liquidez en ese momento, y que había aprendido a leer
a las personas, Delia era algo así como una musa por la cual luchar, claro en
este caso, solo si ella lo acompañaba a luchar.
Hizo amistad rápidamente con ella, ese feeling era evidente,
en un corto o tal vez largo tiempo el resultado sería el mismo, su encuentro
sería inevitable, sus vidas estaban unidas a través de un hilo desde su
nacimiento, como dice aquella leyenda japonesa. Ella también sentía atracción
hacia Luis, era evidente, pero su complicada vida no podía permitir que un
ayudante de mecánico estuviera en ella, así aquel hombre se hubiese convertido
en su mejor amigo, así aquel hombre siempre estuviera en el momento que ella
necesitaba, ella ya tenía a sus amigos y a su novio de turno bien seleccionados
para sus objetivos, era lo adecuado, lo que necesitaba, lo que debía ser
inamovible; lo que le garantizaría el éxito. Pero la vida no en modular, no
puedes colocar y seleccionar los códigos para reutilizarlos en otro lugar, la
vida se va armando con lo que vamos recibiendo y tratamos de hacer lo mejor que
podemos. Delia entendió eso demasiado tarde.
Un día, el menos pensado, ya su vida empezaba a
desmoronarse, no supo adaptarse a nuevas situaciones, y empezó a decaer poco a
poco, por no saber administrarse y tratar de mantener un estatus, en vez de
retroceder un poco para agarrar más fuerza, prefirió seguir adelante hasta que
el motor de su éxito fue fundido. Cuando se encontraba a punto de caer, Luis al
saber lo que sucedía, porque el mismo ya lo había vivido sin que ella lo
supiera, trato de aconsejarla, ella pensó que un ayudante de mecánica que podía
saber de su situación, asistió sonriente para que se callara, y siguió su
rumbo. Un día, Luis la invito a salir, ella acepto, fueron a aquella playa, en
la que Delia años después lo esperaba, hicieron el amor como nunca lo habían
sentido; realmente fue agobiantemente, con el dolor placentero que dan los
orgasmos múltiples, y con el sudor final que da el licor cuando es bebido en el
cuerpo de la pareja que se ama.
Los encuentros a partir de allí fueron constantes e
innumerables, era la salida que permitía poder soportar un día más de trabajo
inconforme y de nuevos retos que llevaban al fracaso. A pesar de todo, Luis
siempre trato de mantenerse como un ayudante de mecánico en esa época, no
deseaba estresarse, solo deseaba tomar la suficiente madurez y calma para poder
enfrentar un nuevo reto. Delia decaía poco a poco, pero en ese corto tiempo en
el cual Luis fue su acompañante, freno su caída, de hecho pudo agarrar un poco
de impulso muy improbable en su sistema de decisiones. Un día, la vieron salir
de aquel motel donde se había pautado su encuentro, donde hacían sexo, y
hablaban de su día a día como cualquier pareja de años. Empezó un chisme en el
círculo de amistades de Delia, al final, era inconcebible para la sociedad que
ella estuviera con aquel ayudante de mecánico, cuando su novio de turno era un
hombre “exitoso” y sus amistades eran prioritarias.
Solo pasó una semana desde ese día, para resumir, Delia
humillo a Luis, lo enterró en el olvido, lo dejo sin una sola opción, sin que
él pudiera enseñarle que era realmente importante en esta vida meramente
terrenal. El la busco un tiempo, pero ella nunca respondió, lo evadía, lo insultaba
y los rechazaba sin motivo, Luis entendió que ella se avergonzaba de él, unos
meses más tarde, recibió una propuesta de trabajo en el exterior, se fue, la
dejo tranquila, en aquellos lares, empezó a comercializar con un buen
proveedor, y en un tiempo relativamente corto, empezó a exportar a nivel
latinoamericano los productos de aquel proveedor chino con total exclusividad,
nunca perdió la fe, ni la humildad, y aunque había logrado una pequeña fortuna,
sabía muy bien que podría perderla de la noche a la mañana, así que su forma de
vida cambio solo en forma mínima. Realmente quien no estuviera en su círculo
más cercano, no podía saber realmente que Luis había superado con creces sus
problemas económicos.
Por otro lado, Delia, en unos años después de haber
terminado con Luis, termino en la quiebra, los acreedores vinieron a cobrar, se
llevaron lo poco que quedaba, la cartera de clientes fue perdida por unas
cuantas campañas erradas; su vida se fue a pique. Quedó prácticamente en la
calle, su “novio adecuado” y sus “amistades verdaderas” poco a poco le dieron
la espalda. El apartamento que tenía tuvo que ser vendido para poder pagar
deudas, igual el carro, solo le quedo un poco de dinero para poder comprar un
anexo en una zona popular y poder comprar un Chevette 81, el cual utilizaba
para ir a trabajar en aquel pequeño puesto de dulces que había montado en un
mercado popular. La vida la había bajado de un sopetón, pero por lo menos pudo
bandearse para no tocar el fondo absoluto; como lo había tocado Luis sin ella
saberlo. Delia había llegado al momento de vivir el día, solo el dia para
comprar el alimento, estaba sobreviviendo.
Unos años más tarde, cuando ya las arrugas empezaban a
dibujar sus rostros, Luis volvió a aquellas tierras, aun amando a Delia. Investigo,
supo dónde estaba, llego a aquel lugar vestido con aquel traje de ayudante de
mecánico guardado años atrás con recelo para saber de dónde había renacido. Lo
uso para que Delia pensará que aún estaba con el mismo trabajo. La invito a
aquella playa, ella espero paciente en aquel tronco, y luego de hablar,
pudieron volver a amarse, pero Luis nunca le contó su situación actual,
insistió que seguía siendo un simple ayudante de mecánico, ella le creyó.
Cuando había llegado el momento el sacó un anillo de su bolsillo, muy humilde,
hecho en plata, y de un grosor muy delgado, se arrodillo y le pidió matrimonio,
le suplicaba que por favor, lo aceptará, que murieran juntos, que esa soledad
que a ambos agobiaba terminara así fuese hasta el final de sus días. Ella, a
pesar de todo, se burló en su cara, no se veía casada con un ayudante de
mecánico a pesar de ella misma haber probado en amargo sabor del fracaso. El
lloró frente a ella, le suplico que por favor lo pensara bien, y dejo aquel
anillo encima de aquel tronco y se fue. Ella duro un rato allí sentada, veía el
anillo, lo colocaba en su dedo, realmente le parecía hermoso, porque fue el
único anillo que había recibido con amor.
Al final ella lo dejo sobre aquel tronco, y se fue de aquel
lugar, al día siguiente, Luis, que se alojaba en un hotel cercano a aquel
lugar, fue a recordar viejos momentos en aquel sitio. Al ver el anillo allí
abandonado, lo guardo en su bolsillo. Fue a aquel mercado, donde Delia
vendía sus dulces
criollos, y volvió a decirle, una última vez, le contó la historia de aquel
anillo, que había sido comprado hace años dos días antes que ella lo humillarla
por no ser una persona adinerada: ---“Pues amigo, lamentablemente usted no
puede aspirar a tanto, si me caes bien y eso, pero hasta allí. Eres y siempre
serás un simple ayudante de mecánico, y de allí nunca saldrás. Así que déjame
en paz, lo peor que sucedió en mi vida fue conocerte.”--- dijo Delia, que
aunque lo amaba, aun su mente débil dominaba a su corazón noble. Luis la miró
decepcionado, le dijo que si deseaba verle, que por favor, lo buscará en el
sitio en el que ella lo había conocido; en aquel taller mecánico.
Unos meses después, fue a visitarle, a buscarlo, porque lo
amaba, no deseaba aceptar su propuesta, solo deseaba su ración de sexo amoroso
que le curara su depresión unos días más. Al llegar allá, al preguntar por él,
le contaron la situación, él se encontraba viviendo en el extranjero, desde
hace muchos años, la oficina local de su empresa era uno de los primeros
proveedores del taller, le facilitaron un número telefónico. En ese momento se
dio cuenta del “amor” que sentía por Luis, empezó a buscarlo incansablemente,
hasta que supo donde quedaba la principal oficina de la compañía, no tenía
suficiente dinero, así que vendió aquel carro viejo y compro un boleto de
avión, sólo de ida, porque no le hacía falta volver, al final, Luis estaba
locamente enamorada de ella, vendió su local, vendió su casa, compro un boleto
en primera clase, y viajo a aquel ciudad cosmopolita, llego cansada, busco el
hotel más caro, al final, eso que llevaba en sus bolsillo era nada con lo que
recibiría, ya se había gastado casi todos sus ahorros en idioteces, compro
perfumes, ropa que no podía pagarse, y unos tacones glamorosos de algún
diseñador de moda.
Al llegar a aquella compañía, la recepcionista pensó que
podría ser algún cliente de la empresa y la dejo pasar, le dijo en donde
quedaba la oficina de Luis y le dio acceso a aquel piso de oficinas. Al llegar
a la oficina de Luis, su corazón palpitaba, estaba a punto de cumplir su sueño.
El la recibió con una sonrisa en sus labios, más que sincera, una sonrisa
pícara, maliciosa. Ella habló, y hablo por
casi media hora. El saco un anillo que tenía guardado en el escritorio, le
pregunto si ese si le gustaba, ella asistió y lloro de la emoción, era
perfecto, de oro puro, con un diamante gigante, guardado en una caja cubierta
de terciopelo vinotinto; era perfecto. Le preguntó si lo quería, ella le dijo: ---“Obvio
que si”---. Entonces le dijo: ---“Ve a Buscarlo”--- y lo tiro por la ventana de
aquel edificio. Delia quedó atónita, él
le pidió educadamente que se fuera de allí,
que por favor, volviera a su ciudad, siguiera con su vida como había seguido,
que por favor, hiciera como había hecho todo ese tiempo; ignorar su existencia.
Al escuchar esas palabras, y al darse cuenta que se
encontraba sin nada, ni siquiera un pasaje de vuelta, ni donde llegar si
volviera, ni nada, salió corriendo a tratar de buscar aquel anillo que Luis había
botado por la ventana; no lo consiguió. Días después, humillada, teniendo que
dormir algunas veces en alguna banca de alguna plaza pública y comer de la
basura en aquel país extranjero donde nadie le ofrecía un trabajo por su
avanzada edad, decidió volver a donde Luis, le conto su situación, le rogo que
por favor le ayudara, que estaba allí por él. El como un último acto de amor y compasión
por ella, le pago un boleto de vuelta a su ciudad, le ayudo con unos meses de
alquiler en un pequeño apartamento, y llamo a aquel taller mecánico donde ella
lo conoció, allí necesitaban una señora de servicio, ella sin poder optar otra
cosa, aceptó el empleo, y volvió con su rabo entre la piernas. Trabajo en ese
lugar hasta el final de sus días, al caer enferma y no poder trabajar igual seguía
recibiendo su sueldo. Luis siguió pagándolo en secreto a través del dueño que
aquel taller junto con el alquiler de su vivienda. Al morir, sola en aquel
lugar, el pago su funeral, busco un sitio tranquilo para su descanso, y coloco
a su lado una fosa vacía, para aguardar al menos en su muerte, la eternidad juntos en su eterno reposo.