domingo, 6 de diciembre de 2009

En un Bar I

Allí se encontraba, en esa esquina observando el lugar de su olvido; pensando en nada importante, creyéndose el centro del universo por ser distinta. Sin más que un cigarrillo encendido que se consumía a si mismo poco a poco en su propio fuego y un celular que nunca repicaba, se llenaba de soledad de tormento. Suavemente se ahogaba en su desidia, esperando lo inesperado tal vez por ser la única manera que creía correcta para vivir. Pero lo inesperado nunca llegaba, cuando llegaba se decía que eso no podía ser; no tenía más camino que salir en busca de lo que deseaba. Baladas llenaban su oído de melancolía, alimentaba su mundo imaginario del amor que nunca había sentido.
Llegaba de su trabajo, hermoso como ninguno, maestra de corazón. El delirio de sus alumnos preadolescentes, el modelo a seguir de las niñas; aunque como siempre su orgullo, sería peor mojón mental. Una excelente actriz se podría decir fácilmente, porque mostraba ser fuerte, daba opiniones llena de seguridad, opiniones de temas que no conocía y decía conocer, queriendo aparentar algo que no se es; pero siempre se podía ver que no era más que una vil actuación.Estaba allí sentada sin nada que esperar, ya que había sido víctima de su propio olvido. Llena de toda esa mierda que no quería soltar, esperando que alguien la ayudara pero como es de suponerse, nunca se dejó ayudar. Encerrada en el pasado, ese ya enterrado en el olvido sólo esperaba su destino, pero si no se actúa en pro de este, su muerte será su designio. Sin tomar experiencias su corazón estaba, ese corazón más intenso que nada pero siempre silenciado por la voz de su mente macabra. Esa que día tras día la torturaba sin compasión, esa que le decía que su cuerpo estaba gordo para que la anorexia se practicara; esa que siempre la insultaba, siempre diciendo “sin ofender”.
El momento era perfecto, todo cambia con el tiempo es bien sabido. Mientras esperaba el destino su mente consumía su cordura, con ese cigarrillo que sólo encendía para aparentar algo distinto a lo que se ve; ya que no lo fumaba, simplemente lo sostenía mostrando verdades falsas de su mente llena de mojones. Con ese corazón que pedía a gritos que a su mente dejara de escuchar, que le decía que la felicidad no es más que aceptar las cosas como son, que sólo hay que luchar cuando él lo pide porque son las verdaderas batallas que valen la pena. Sentada en la barra de aquel lugar esperaba el momento en el que su destino cambiara. Un trago de alguna bebida con un nombre extraño (claro estas son las que importan en su mente insegura) pidió para acompañar a su cigarrillo que no fumaba. Lo tomó lentamente, sintiendo como arrinconaba en su mundo imaginario sus torturas sin importancia. Recordaba el pasado, tortuoso una vez, imposible de olvidar. Como había sido abandonada sin la mínima piedad pensaba, por ese hombre que sentía que amaba; pero todo pasa por una razón, le repetía su corazón sin cesar.
Quería venganza pensó, quería hacerlo pasar un sufrimiento como el que su corazón sintió. Tal vez porque una vez cuando sentía que la amaba juró nunca abandonarla, tal vez porque la abandonó sin decirle que nunca la abandonaría. Guerras psicológicas preparaba en cada momento en cada segundo que el cigarrillo se consumía, ese que encendió sólo por apariencia. Bien tenía entendido que las palabras dañan más que la muerte, pero no sabía que a algunos humanos cuando se menosprecian les dan el impulso necesario para avanzar. Pero ya el cigarrillo se acaba, era el momento de encender otro y dejar que se consumiera a sí mismo, para empezar otro ciclo en su vida de olvido; donde la muerte llegó desde el momento que se olvido de sí misma, todo por no querer aceptar su destino.

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