domingo, 6 de diciembre de 2009

En un Bar II

En ese momento la historia se convirtió en ficticia al transformarse la carroza en calabaza. Siempre en aquel lugar, donde el silencio de los pensamientos es ocultado con la música aturdidora; donde el baile desconoce géneros sociales.
Allí se encontraban por mera casualidad del destino, ese que siempre se escribe con mano propia, sin poder tal vez retroceder y básicamente con una sola opción que se puede ejecutar. Mientras sus feromonas intercambian, dejaban llevar por sus instintos más básicos, estando los pensamientos y aún más importante, el alma, pidiendo a gritos aquello que no se está dispuesto hacer. En ese intercambio de hormonas tal vez se encuentre “el amor” muy oculto, pero en instantes eso se derribara cuando se conozca la historia.
Él la mira mientras ella roza su sexo con su cuerpo, un espectáculo maravilloso a la vista, mientras pelean el control de la situación. Con reggaetón reventando los tímpanos de aquellos ilusos, como siempre silenciando el ruido de los pensamientos con el solitario decibel de la música extenuante; nunca se piensa en la consecuencias. Interesante fue cuando con un beso rompen el hielo, abren paso al posible y muy razonable sexo casual; sin decir una palabra, sin leer una mirada. Calmar sus instintos era la meta, luego abría tiempo para presentarse, pero siempre el destino toma su propio camino, modifica las situaciones para tomar su cauce original.

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